México: Reforma o revolución – Dos tácticas en la lucha por la democracia y la transformación social

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Los mexicanos hemos sido testigos de un fraude electoral más. Este último se ha operado por la vía de la corrupción de los sectores más atrasados de las masas en la forma de compra de votos, y en la abierta construcción de una candidatura desde los medios de comunicación. El conteo de los votos. lo único que verificará es el resultado de este embuste.

No obstante, también vimos una movilización juvenil impresionante para tratar de impedirlo. Decenas de miles se han volcado a las calles casi sin convocatoria, sobre la consigna de luchar contra la imposición del candidato del PRI, Enrique Peña Nieto.

En este proceso surge la necesidad de reflexionar sobre los objetivos de la lucha en estos momentos y los medios para lograrlos. Así mismo surge también la inquietud sobre si es posible por los medios legales establecidos lograr dichos objetivos. ¿Es posible que este régimen juegue alguna vez limpio a las elecciones?

Ya casi 16 millones de jóvenes y trabajadores  se expresaron por medio del voto hacia López Obrador en el sentido de luchar por una transformación social, ello en el marco de una campaña permanente en contra de la izquierda y a favor de los candidatos de  la derecha dice mucho de las conclusiones que están sacando lo sectores más avanzados de las masas. Pero nos preguntamos incluso si el triunfo de ALMO se hubiera reconocido ¿qué habría que transformar fundamentalmente para  acabar con el poder de la oligarquía? ¿Combatir la corrupción sería suficiente? ¿Ser un gobierno austero alcanzaría?

Históricamente la burguesía mexicana se ha criado sobre la base de  una asociación con los capitalistas extranjeros y del financiamiento que el estado le ha brindado por  diversas vías. Las profundas desigualdades que vivimos son resultado no de una mala gestión sino de un régimen dirigido por la burguesía a lo largo de casi dos siglos de historia. Hoy en día el 10% de los ingresos más bajos tiene sólo el 1.8% de la riqueza nacional mientras que el 10% más rico acapara el 34% de total. Eso no tiene que ver con la corrupción, sino con el sistema.

También es cuestión del sostenimiento del capitalismo que históricamente el país lleve décadas de estancamiento. El promedio de crecimiento per cápita ha sido de apenas un 2% entre 1980 y 1990 y  0.9% en los últimos 20 años. Mientras que la parte del ingreso que le corresponde al trabajador disminuye día con día: En 1976 del total de ingresos el 43,5% correspondía a salarios y el 52. 9% lo representaban ganancias de las empresas, ahora las remuneraciones salariales significan el 31% y la utilidades de las empresas son el 68.6%, además el salario mínimo es 5 veces más pequeño que en 1976.

La respuesta es muy simple, producto de la reducción estructural del crecimiento bajo el capitalismo, este ha tenido que recurrir a depauperar más y más a los trabajadores para  incrementar sus ganancias. Esto es un asunto  de sistema económico, no se puede combatir más que con una política distinta  desde el poder mismo, pero sobre la base de combatir las bases económicas que sostienen al régimen y reconstruir unas nuevas.

A lo largo de los últimos 24 años, el régimen ha tenido que implementar 3 escandalosos fraudes electorales: 1988, 2006 y 2012, ello  en contra de políticos (Cárdenas y AMLO) abiertamente a favor de mantener el régimen sobre la base de algunas reformas democráticas y anticorrupción. Esto nos demuestra que la burguesía mexicana se ha vuelto cada vez más dependiente  del Estado para su sostenimiento y teme que al perder el control absoluto del poder político  pierda todo lo demás.

Así mismo el aparto del estado, esa maquinaría política (en el plano federal, estatal y local) que incluye millones de hombres y mujeres, está construida sobre la base de una simbiosis con la burguesía, todo grupo que asume la dirección política de algún nivel de gobierno tiene que enfrentarse a la disyuntiva de: o negociar con los, llamémosle, poderes facticos, o enfrentarse a ellos.

No obstante cuando se trata de preservar intereses estratégicos, el aparato del estado ha sido solidario con la burguesía, el caso más reciente es el del fraude electoral, en el cual tanto el IFE como la presidencia se apresuraron a reconocer a Peña Nieto como presidente electo e incluso por encima de las consideraciones legales que ellos mismos dicen respetar.

Denominamos al estado como burgués, no porque sea un reflejo de la burguesía sino porque siendo distinto a ella nació, creció y subsiste defendiendo sus intereses. Para un estado de este tipo, la democracia sólo es aceptable si avala, es decir si legitima, lo que las cúpulas ya definieron,  cuando existe la posibilidad, aunque sea pequeña, de un cuestionamiento, inmediatamente aparecen medidas de fuerza, que pueden ir desde un fraude hasta un golpe de estado, con el fin de restablecer el régimen de privilegios.

¿Esto quiere de decir que el estado burgués es invencible? Definitivamente no, si ha tenido que implementar tres fraudes en tan sólo 24 años ha sido no porque sea fuerte sino porque es cada vez más débil y más ilegitimo. De hecho, el acontecimiento más importante de esta época es que la nueva generación de jóvenes  ha irrumpido a la vida política rechazando abiertamente a un gobierno que aún no asume. Este es un golpe fuertísimo cuyas consecuencias se vivirán en los próximos años en todas las organizaciones de los trabajadores.

En tres ocasiones los trabajadores y los jóvenes han estado a un palmo de dar un golpe en el centro mismo de la representación política del estado, es decir la presidencia. Esto en el marco de un capitalismo mundial cada vez más débil, y de una dependencia cada vez mayor de la burguesía mexicana (que hasta las cervecerías está vendiendo) significa que las oportunidades no sólo no disminuirán sino que se multiplicaran en el futuro. Será la organización, la combatividad y la unidad en torno a objetivos  comunes a los trabajadores, pero ajenos a los de la burguesía, como seremos capaces de asestar el golpe y tomar el poder político.

Está demostrado que con métodos combativos y claramente confrontados con el sistema es posible generar el entusiasmo suficiente para vencer. Un ejemplo de ellos fue la irrupción del movimiento #YoSoy132, el cual en semanas generó una movilización de millones de personas. Podemos imaginarnos qué hubiera pasado si esta agitación juvenil se hubiera extendido al movimiento sindical o campesino, el régimen no lo hubiera resistido y el fraude hubiera sido imposible.

Así mismo, una vez en el gobierno, el régimen de AMLO se hubiera visto en la disyuntiva de  acceder a las demandas de las masas o a pactar con la burguesía.

En el caso de atender las demandas del pueblo  tendría que enfrentarse a la oligarquía, expropiándola, arrebatándole el control de los medios tanto de comunicación como los de producción, cediéndole poder a los trabajadores para tener apoyos para resistir el sabotaje y las presiones, es decir, darle rienda suelta a la revolución social.

En el caso de pactar con la burguesía  un régimen como el de AMLO se vería enfrentado a fuerzas que no controla, las  organizaciones de los trabajadores romperían con las ilusiones en el reformismo y pasarían a una lucha que cuestionara el régimen en su conjunto.

Revolución significa en términos políticos la intervención de las masas directamente en los asuntos políticos  y fue la táctica revolucionaria del movimiento #YoSoy132 la que permitió el apoyo masivo y entusiasta hacia AMLO en la última fase de la campaña, sólo una táctica revolucionaria de  ofensiva puede hacer que Peña Nieto tome posesión con la diferencia de que para un objetivo de esta magnitud se requiere la unidad de jóvenes y trabajadores; sindicatos, Morena, #YoSoy132, etc. y la táctica no puede ni debe ser un plantón o una manifestación sino el llamado a una Huelga General.

Limitarse a las armas que ofrece la legalidad burguesa significa someterse a un veredicto que ya todos conocemos y cuyo antecedente inmediato lo vimos en el 2006.

Revolución, en términos sociales, significa arrebatarle el control de los medios de producción e intercambio a la burguesía, expropiar bancos, abolir el secreto bancario, establecer el control obrero y disolver el régimen presidencialista sustituyéndolo por uno afín a las necesidades de los explotados.

La historia de México: independencia, reforma, revolución, demuestra que han sido los métodos de ruptura con el sistema los que han permitido que el país exista, a pesar de la voluntad de la burguesía entreguista.

Hoy en México necesitamos métodos de lucha revolucionarios y de masas para derribar el poder político de la burguesía, hoy en día necesitamos un programa que no pacte, sino que expropie a los burgueses, es decir un programa revolucionario y socialista.

Source: La Izquierda Socialista (México)