El 27 de septiembre los electorales alemanes votarán en las elecciones generales. Las recientes elecciones regionales indican un crecimiento significativo del partido de la izquierda (die linke). Esto también se refleja en el inicio de un giro a la izquierda dentro de las filas sindicales. La crisis del capitalismo está dejando su sello sobre la sociedad alemana
El 27 de septiembre los electorales alemanes votarán en las elecciones generales. Las recientes elecciones regionales indican un crecimiento significativo del Partido de la Izquierda (Die Linke). Esto también se refleja en el inicio de un giro a la izquierda dentro de las filas sindicales. La crisis del capitalismo está dejando su sello sobre la sociedad alemana
En un contexto de crisis económica mundial y caída abrupta de la producción industrial, el próximo 27 de septiembre se celebran elecciones generales en Alemania. Aunque las encuestas dan un resultado probable de una mayoría de derechas con un gobierno de coalición de los Demócrata Cristianos (CDU/CSU) y liberales (FDP), no es seguro que los partidos burgueses tradicionales consigan reconquistar la mayoría absoluta conjunta en el Bundestag que se mantuvo en el poder durante casi cincuenta años en el período de la posguerra. En 1998 los partidos burgueses tradicionales sufrieron una derrota histórica. El giro a la izquierda en aquel momento acabó en un gobierno de coalición de Socialdemócratas (SPD) y los Verdes.
La líder de la CDU, la canciller Angela Merkel, que ha estado al frente de un gobierno de coalición de la CDU/CSU y SPD desde 2005, ahora intenta evitar la polarización en la actual campaña electoral soterrando el programa de duros ataques a los niveles de vida de los trabajadores que probablemente tendrá que implantar después de la crisis. Es obvio que la factura de los 480.000 millones de euros que costaron las operaciones de rescate a los bancos con problemas durante estos últimos doce meses y la caída de los ingresos del Estado, después de las elecciones rápidamente intentará que la paguen los trabajadores. Sectores de la burguesía ya defienden medidas como el aumento del IVA hasta el 25 por ciento, el incremento de la edad de jubilación a los 69 años, nuevos recortes de servicios sociales y privatizaciones. El desempleo subirá en invierno y puede alcanzar la cifra mágica de los cinco millones a principios del próximo año, cuando se acaben las ayudas temporales (la ayuda de 2.500 euros para los que quieran comprar un coche nuevo) que se calcula que ha sido la causa del boom artificial que ha experimentado el sector del automóvil estos últimos meses y esa ayuda ya ha terminado. Además, muchos trabajadores durante estos últimos meses han trabajado gracias a contratos temporales (subvencionados por el Estado) y pronto serán despedidos, además la crisis del crédito ha golpeado a muchas medianas y pequeñas empresas que ahora se enfrentan a una oleada de bancarrotas.
El acuerdo de la semana pasada en Opel, cuando los directivos de General Motors dieron luz verde a la venta de la mayoría de acciones a suministrador canadiense de componentes automovilísticos Magna y al Serbank ruso, llego justo antes de las elecciones para dar una impresión de que el fabricante tradicional de automóviles estaba ahora en buenas manos gracias a las habilidades diplomáticas de los políticos. Día tras día escuchamos que Magna reducirá miles de empleos y posiblemente cierre la planta de Antwerp (Bélgica), la incertidumbre ente los trabajadores de Opel ante los despidos es enorme.
En la campaña muchos intentan dar la impresión de que la crisis ha terminado y que se avecina un nuevo boom, estas declaraciones no son respaldadas por la realidad sino más bien están motivadas por el intento de la clase dominante de calmar al electorado y, sobre todo, a la clase obrera, para conseguir una mayoría electoral de la burguesía.
Las grandes empresas, sin embargo, no pueden estar seguras del triunfo porque su suerte dependerá de la participación y de los millones que aún no tienen decidido qué hacer. La inestabilidad política en el país se expresó en las recientes elecciones regionales en Sajonia, Turingia y el Särre el pasado 30 de agosto. En dos de estos tres distritos federales, Turingia y el Särre, la CDU de Merkel sufrió enormes pérdidas superiores al 10 por ciento y perdió la mayoría absoluta. En ambos estados, sobre todo el Partido de la Izquierda (Die Linke) fue el que más ganó. En el Särre, el estado occidental fronterizo con Francia, el Die Linke consiguió el 21,3 por ciento de los votos y casi supera al SPD que consiguió sólo un 25,5 por ciento. En el estado oriental de Turingia el Die Linke consiguió el 27,4 por ciento frente al 18,5 por ciento del SPD. En este último estado hay una mayoría absoluta parlamentaria para los dos partidos tradicionales de la clase obrera, es la primera vez que sucede desde los años veinte, cuando un gobierno de socialdemócratas gobernaba con el apoyo del Partido Comunista (KPD), que entró al gobierno durante un período en 1923.
Lo más destacado en ambos casos es la base de clase que el Die Linke ha conseguido estos últimos años. Una parte importante de sus votos proceden de los desocupados (33 por ciento en Turingia, 46 por ciento en el Särre) y de los trabajadores de cuello azul (29 por ciento en Turingia, 34 por ciento en el Särre). En ambos estados soplaban "vientos de cambio" que incrementaron la participación electoral en contra de la tendencia general hacia un aumento de la abstención durante estos últimos años. En el Särre, donde el dirigente del Die Linke, Oskar Lafontaine, había comenzado su carrera como alcalde del SPD y primer ministro del estado en los años ochenta, aún es muy popular, aquí el aumento de la participación superó el 12 por ciento. Este giro también tuvo el efecto positivo de socavar el apoyo del neofascista NPD que cayó del 4,3 por ciento (en 2004) al 1,5 por ciento. En Turingia también el NPD no consiguió superar el 5 por ciento de los votos necesarios para entrar en el parlamento. Sólo en Sajonia, que ha estado bajo el control de la CDU durante casi veinte años, los partidos obreros consiguieron un 20,6 por ciento (Die Linke) y un 10,4 por ciento (SPD). Aquí la participación cayó un 7,4 por ciento y el NPD, a pesar de tener muchas pérdidas, consiguió mantener una reducida representación parlamentaria. A nivel nacional actualmente no hay posibilidades de que la extrema derecha consiga escaños en el Bundestag.
Las últimas encuestas indican que la dirección de los partidos burgueses tienen problemas y que tanto la CDU/CSU como el SPD, socios en la actual coalición de gobierno, saldrán muy perjudicados y con pérdidas a costa de otros partidos de oposición más pequeños. FDP, Verdes y Die Linke. Mientras que la CDU/CSU puede conseguir un resultado de alrededor el 35 por ciento, por debajo del objetivo del 40 por ciento, los liberales han visto crecer su apoyo estos últimos años porque se han presentado como la única fuerza real de la burguesía y neoliberal, demagógicamente reprenden al partido de Merkel por su supuesta "social-democratización". Por otro lado, mientras que el SPD podría caer a un 30 por ciento, tanto los Verdes como el Die Linke probablemente se beneficien de la debilidad del SPD y consigan más del 10 por ciento cada uno. Los Verdes han girado mucho a la derecha desde los años noventa. Según los analistas, los votantes verdes tienen la renta personal más alta de cualquiera de los otros partidos importantes del país, además de estudiantes y ecologistas que fundaron el partido a principios de los años ochenta que se han convertido en abogados, funcionarios, médicos, profesores. En varias ciudades los Verdes han formado coalición en los ayuntamientos con los Demócrata Cristianos. En la actual campaña electoral se han presentado de nuevo con consignas sociales y de ultraizquierda, rindiendo homenaje a lo que se denomina ambiente crítico contra los banqueros y "capitalistas de casino" que se ha desarrollado desde el inicio de la crisis hace un año.
El Die Linke está concentrando su campaña electoral en las cuestiones sociales, defendiendo un salario mínimo de 10 euros la hora y la abolición de la legislación reaccionaria que ha llevado al empobrecimiento de los parados, obligándoles a aceptar un salario mal pagado.
Los dirigentes del SPD han dejado claro que a nivel nacional no buscarán una coalición de izquierdas que incluya al Die Linke. Dicen que el Die Linke está en "contra de la OTAN y de Europa" y, por tanto, está lejos de ser un aliado de confianza en la política exterior. El Die Linke está haciendo campaña por la retirada inmediata de las tropas alemanas de Afganistán y correctamente critica el Tratado de Lisboa. Así que las dos opciones realistas a las que nos enfrentamos después de las elecciones es a la continuación de la actual coalición con Merkel o una coalición CDU/CSU y FDP.
Cualquiera que sea el resultado concreto, los ataques a la clase obrera están en el orden del día. Durante un período de tiempo eso provocará malestar social, a un nivel no visto en generaciones, creando un terreno fértil para las ideas marxistas. No es casualidad que hoy la conferencia nacional del IG BAU (el sindicato de trabajadores de la construcción) añadiera a los estatutos del sindicato el objetivo de una huelga general por reivindicaciones políticas.
Al final, independientemente de cuál sea la constelación de partidos que dominará en estas elecciones, los ataques a las conquista sociales de la clase obrera alemana serán inevitables. Ya se está desarrollando un ambiente dentro de la clase obrera, las indicaciones de un giro a la izquierda dentro de los sindicatos y el crecimiento significativo de Die Linke, significa que las movilizaciones contra el campo burgués son igualmente inevitables. Las cosas cambiarán radicalmente en el futuro de Alemania.