Ya han terminado las que muchos consideran han sido una de las elecciones históricas de la Sudáfrica post-apartheid. Durante la última década ha quedado claro que la política sudafricana está aún muy definida por una lucha por cuestiones de raza y de clase. Estas elecciones demostraron más que nunca este hecho.
Incluso antes de que Mbeki (ex-Presidente de Sudáfrica que dimitió a fines del año pasado tras perder el control del partido gobernante, Congreso Nacional Africano) sucediera a Mandela, tanto el partido gobernante, el Congreso Nacional Africano (ANC), como los dos principales partidos de la oposición de ese período, el Nuevo Partido Nacional y el Partido Democrático, aplicaron una política neoliberal de ajuste estructural y privatizaciones. La primera víctima de este giro a la derecha fueron muchas de las consignas de lucha del ANC, incluida la promesa incluida en la Declaración de Libertad: “que la riqueza del país pertenecería al pueblo”, seguida por el socialdemócrata Programa de Desarrollo y Reconstrucción que fue sustituido por un plan de ajuste estructural, representado en el Programa de Redistribución y Crecimiento con Igualdad (GEAR).
Una vez en el poder, Mbeki se ganó la simpatía del capitalismo global “hablando a la izquierda y caminando a la derecha” (Patrick Bond. 2004). El gobierno de Mbeki aplicó una política pro-capitalista, mientras al mismo tiempo intentaba crear una capa de “burguesía negra”. Desde buscar la presencia en las principales estructuras y cumbres económicas y financieras globales, a elegir un Consejo Económico Asesor de altos ejecutivos de las principales multinacionales globales y nombrar a veteranos del “ANC”, no en el gobierno en la fracción de multimillonarios de la minería, sino como parte del programa de otorgamiento de poderes económicos negros del ANC.
Mbeki, además, aplicó la neoliberal Nuevo Economía Social para el Desarrollo Económico (NEPD) en el resto de África. Abrió el corazón de África tanto a las empresas mineras sudafricanas como a las globales. Mbeki se inmiscuyó tanto en los “asuntos internacionales” que pronto comenzó a correr el chiste de que él era el presidente que con más frecuencia visitaba Sudáfrica.
Estuvo acompañado de sus lugartenientes de confianza, Terro Lekota, Alec Erwin, Essop Pahad, Trevor Manuel y Manto Tshabalala Msimang. Mbeki contó con el apoyo de los medios de comunicación neoliberales sudafricanos que vitoreaban sus intenciones de privatizar las empresas públicas, mientras que aspirantes a la burguesía negra se relamían ante la perspectiva de poner sus manos en un bien tan preciado. Por supuesto, la privatización significaba pérdida de empleo y dado el actual clima político incluso el cierre. Esta política provocó tensiones y divisiones dentro del ANC, también entre el gobierno y la dirección del ANC con los otros socios del gobierno tripartito, el COSATU y el PCSA. El COSATU convocó una serie de huelgas generales que reflejaban la rabia de los trabajadores y los pobres contra la política capitalista del gobierno que ellos habían elegido. Dentro del PCSA también había fuertes críticas hacia la política del gobierno del ANC, además la dirección del ANC continuaba aferrada a la desacreditada teoría de la revolución de las dos etapas. Esta teoría dice que primero será la “revolución democrático nacional” que derrocará al capitalismo y después, más tarde, una vez solucionada la cuestión se planteará el tema del socialismo. La dirección del PCSA insistía en que la “profundización del NDR” en cierta forma llevaría al socialismo. Pero en realidad no se profundizó nada, porque el gobierno del ANC aplicó una política abiertamente capitalista. Para empeorar las cosas, los parlamentarios del PCSA votaron junto con el ANC la política de Mbeki, incluso algunos de sus ministros en el gobierno aplicaron la misma política.
Al intentar atrincherar el giro a la derecha, el gobierno Mbeki comenzó un proceso de utilización de las estructuras del estado, como la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI), la judicatura, la Fiscalía Nacional y, por supuesto, la Oficina del Presidente, para llevar a cabo una purga contra elementos izquierdas del partido en el gobierno. Eso se aplicaba a todos aquellos que se oponían a Mbeki. Por ejemplo, hubo un intento de calumniar al líder del Partido Comunista Sudafricano (PCSA), Blade Nzimande, acusándole de un presunto soborno de 500.000 rands. Parece que no es verdad y todo se debía a que habían prometido un indulto al empresario si implicaba a Nzimande en la corrupción. También hubo acusaciones de violación Zuma, supuestamente contra una mujer inestable psicológicamente que tenía estrechos vínculos con el Ministro de Inteligencia Nacional, Ronnie Kasrils. Finalmente, también salió a la luz un presunto acurdo de ventas de armas en el que presuntamente estaba implicado el abogado de Zuma. Pero ningún medio de comunicación cita que el artífice de este acuerdo de venta de armas era Mbeki. El acuerdo surgió en su oficina de presidencia. Todas las transacciones fueron autorizadas por el ministro de economía Trevor Manuel y los movimientos comerciales eran responsabilidad de Alec Erwin. A pesar de que los rumores hablaban de una cuantía de decenas de millones de dólares, sólo fue investigado Zuma por recibir presuntamente medio millón. La intensidad de la investigación contra Zuma demostraba que había algo más detrás que la honradez de un cargo público. Esto fue sobre todo evidente cuando Mbeki se dio prisa en proteger al jefe de policía, Jacie Selebi, y al vicepresidente Ngcuka, que supuestamente habían pasado unas vacaciones pagadas con sus familias en Dubái.
En las ricas provincias mineras el campesinado se enfrenta al robo de su tierra por parte de las empresas mineras, muchos de ellas a cargo de destacados miembros del ANC y funcionarios claves de Mbeki. En muchas comunidades rurales que recibieron tierra como parte de los programas de restauración y distribución de la tierra del Departamento de Asuntos Agrarios, rápidamente la perdieron cuando el Departamento de Minerales y Energía dio licencias de explotación a las empresas mineras, en connivencia con funcionarios y políticos veteranos. Anglo Platinum, por ejemplo, alardea orgullosamente de entrenar en “derechos humanos” a la política de la provincia de Limpopo, zona rica en platino.
Debido al gran boom de los precios de los minerales se podría esperar que estas comunidades que viven cerca de las minas y, en particular, los mineros, hayan experimentado una mejora en términos de vivienda y salarios. Pero muchos mineros viven en campamentos ilegales, el orweliano nombre utilizado por el gobierno y los medios de comunicación es de “asentamientos informales”. Estos campamentos ilegales son fosas sépticas de abusos, enfermedades de transmisión sexual y SIDA. La actitud de desprecio de Mbeki ha alejado aún más a la clase obrera y los pobres.
Debido a este giro a la derecha y a la presión prolongada de la clase obrera y los pobres no es de extrañar que durante el mandato de Mbeki la base del ANC perdiera la paciencia con la dirección de la organización bajo Mbeki. El día de vengarse de la camarilla de Mbeki llegó en el congreso del ANC de Polowkane en diciembre de 2007. La sonora derrota de la camarilla de Mbeki y su posterior abandono de la presidencia llevó a la dimisión de todo su gabinete. Esa misma camarilla formó entonces el Congreso del Pueblo (COPE), que apareció con toda la pompa y el boato en los medios de comunicación, los partidos de la oposición esperaban que esta “escisión” perjudicara irremediablemente al ANC, a la alianza tripartita y destruiría la capacidad del partido gobernante de llevar a cabo una campaña electoral eficaz. Pero las elecciones de 2009 han dado una lección a todos estos populistas de derechas. Después de todo, Mbeki en el congreso de Polokwane consiguió casi un 40 por ciento de los votos. Con la escisión del ANC la clase dominante esperaba destruir su dominio electoral y quizá formar una nueva coalición de gobierno entre el recién formado COPE y el DA, o al menos tener una oposición fuerte que neutralizara cualquier peligro de giro a la izquierda de un gobierno del ANC.
El COPE hizo una campaña donde se presentaba como los verdaderos custodios de la Carta de Libertades (el escrito definitivo de la lucha de liberación), decían serla voz de la razón de la clase media y que sus militantes estaban por encima de la corrupción. Esto a pesar de que el presidente del COPE, Terror Lekota, fue ministro de defensa durante la adquisición de armas que se convirtió después en un escándalo. Lekota también fue pillado en 2003 por no declarar sus intereses empresariales al parlamento.
Como públicamente se sabe que el armario de Lekota está lleno de esqueletos y se conoce su personalidad dictatorial, el COPE juiciosamente decidió no presentarle como candidato presidencial a las elecciones de 2009. En su lugar nombraron al reverendo Mvume Dandlala, un entusiasta sacerdote que ha cambiado el púlpito por el parlamento. Dandlala encontró a otro sacerdote en el COPE, el reverendo Allan Boesak, que pasó algún tiempo en la cárcel acusado de corrupción. Hay persistentes rumores de divisiones y luchas en la dirección del COPE. Aparte del ego de Lekota, es un partido de “jefes” con pocos “indios”. El COPE fue fundado por, entre otros leales a Mbeki, por el multimillonario Sakke Macozoma.
En lugar de dividir el voto del ANC, el COPE ha dividido el voto de clase media y fundamentalista cristiano, ha conseguido pobres resultados a nivel nacional pero se ha convertido en el partido oficial de oposición en cuatro provincias, arrebatando votos al Partido Demócrata Cristiano Unido (PDCU), al Partido Demócrata Cristiano Africano (PDCA), al Frente Democrático Unido (FDU) y a la Alianza Democrática (AD) en estas provincias que tienen poblaciones blancas muy pequeñas. Sin embargo, a nivel nacional, el COPE sólo ha conseguido el 7,43 por ciento de los votos. No han conseguido apoyo de la clase obrera y los pobres, reconfirmando así la derrota de su dirección en el congreso del ANC. Los trabajadores y los pobres, una vez más, han votado masivamente al ANC, pero en esta ocasión lo veían como un cambio de política, un giro a la izquierda. En realidad, incluso aunque el porcentaje de voto del ANC baja ligeramente, el número real de votos ascendió (a pesar de la escisión) a 11,6 millones (comparados con los 10,8 millones de 2004 y los 10,6 millones de 1999, aunque lejos de los históricos 12,2 millones de 1994).
La Alianza Democrática (AD) celebra su victoria porque ha conseguido un 16,66 por ciento del voto nacional. Además celebran el fracaso del ANC que no ha conseguido una mayoría de dos tercios. Su campaña se ha centrado en los temores a un gobierno negro y a la posibilidad de la influencia comunista en el gobierno. Pero no ha conseguido presentar una visión alternativa al ANC y la mayoría de los votantes recordarán sus carteles en los que se podía leer “¡Detener a Zuma!” y “¡Evitar una mayoría de dos tercios del ANC!” Hoy los periódicos afrikáners llevan titulares en los que se pueden leer: “¡Sudáfrica paró la mayoría de dos tercios del ANC!” El ANC consiguió un 65,9 por ciento de los votos, a menos del uno por ciento necesario para los dos tercios. Dados los resultados sería más acertado decir que los sudafricanos rechazaron el neoliberalismo y el fundamentalismo religioso de todo tipo.
La AD consiguió poco más del 50 por ciento de los votos en la Provincia de Cabo Occidental, confirmando la naturaleza combinada y desigual de las cuestiones de la raza y la clase en Sudáfrica. Cabo Occidental actúa como un imán para los sudafricanos blancos, el Gran Trek, como se conoce a la época colonial anterior a 1834 cuando los blancos comenzaron a penetrar por primera vez en el interior de Sudáfrica más allá del río Ghariep (Naranja). Los votantes mestizos en Cabo Occidental se asocian con la población blanca y la zona siente el impacto de la viejas Leyes Regionales Grupales que convirtieron la provincia en una “región mestiza preferencial” en cuanto a oportunidades de trabajo y estatus residencial. Muchas de las comunidades mestizas se sienten amenazadas por el creciente número de negros que buscan empleo y temen que un gobierno provincial del ANC de un trato preferente a los negros en cuestión de empleo, vivienda y servicios. Aparte de Cabo Occidental el ANC ganó en todas las demás provincias circundantes.
Los partidos de la oposición, incluido la AD, han dicho a los votantes blancos que el ANC cambiaría la constitución del país si ganaba con una mayoría de dos tercios. Todo esto a pesar que el ANC nunca ha hecho campaña ni manifestado intención alguna de cambiar la constitución. Casi todos los partidos, también incluida la AD, han hecho campaña para un el cambio de la constitución que implicaría el regreso de la pena de muerte, la criminalización de la homosexualidad, el castigo corporal, restringiría la libertad de expresión e instauraría la censura, revocaría los derechos laborales y cambiaría la manera en que es elegido el presidente. La única parte de la constitución que la mayoría de los partidos a la derecha del ANC no quieren cambiar es la “cláusula de propiedad” que protege la propiedad privada.
Actualmente los medios de comunicación y los partidos de la oposición presionan para que el ANC excluya a los más izquierdistas de la alianza de los puestos ministeriales y que siga adelante con la política neoliberal de Thabo Mbeki.
Pocas horas después del anuncio de que el ANC, con la ayuda de sus socios de alianza, el Partido Comunista Sudafricano (PCSA) y el Consejo de los Sindicatos Sudafricanos (COSATU), recibían un contundente mandato del electorado, un 65,9 por ciento a nivel nacional y un 66,31 por ciento provincialmente, los portavoces de la clase capitalista, las distintas agencias de inversión y los medios de comunicación, están advirtiendo al ANC para que no gire a la izquierda. Antes de las elecciones los representantes de los intereses neoliberales amenazaban al electorado sudafricano con que una mayoría de dos tercios para el partido gobernante sería algo malo para la inversión. Ahora intentan histéricamente influir sobre la política económica del gobierno lejos del manifiesto electoral por el que ha votado la población sudafricana mayoritariamente. En otras palabras, la clase capitalista quiere, como en anteriores elecciones, robar el triunfo a la clase obrera y los pobres asustando a la dirección del ANC con la amenaza de una huelga de inversión o mediante la compra de esa dirección. Mientras tanto, los medios de comunicación neoliberales intentan hacer todo lo que pueden para demonizar e incluso ridiculizar a la izquierda en la alianza del ANC, un comentarista de SABC llegó muy lejos al decir que “no hay un solo ejemplo sobre el planeta donde haya triunfado el comunismo”. (SABC3).
En una editorial del periódico londinense Independent daba un “consejo” muy claro a Zuma:
“Debería confirmar ahora al renombramiento del ampliamente respetado ministro de economía del ANC, Trevor Manuel, que ha conseguido un crecimiento de la economía durante 40 trimestres consecutivos hasta finales de año. Debería ofrecer un tercer mandato al gobernador de su banco central, Tito Mboweni, uno de los funcionarios económicos más respetados en los mercados emergentes. Debería mantener alejados al anterior líder de la Organización Juvenil del ANC, Fikile Mbalula y al secretario general del Partido Comunista, Blade Nzimande, de aquellos puestos que puedan incomodar a los inversores. Y debería resistirse a toda tentación de llegar a su infame ametralladora. El gobierno no es el lugar para las canciones de la oposición”. (South Africa’s new begining).
Dado que los medios de comunicación sudafricanos son propiedad y están controlados por intereses capitalistas empresariales, hay muy poco margen para que los puntos de vista alternativos lleguen al público. Incluso en la cadena pública, SABC, se repite servilmente el mantra del aviso neoliberal de que el ANC no será capaz de cumplir su manifiesto electoral una vez esté en el poder porque “la base impositiva es de sólo 6 millones de contribuyentes fuertes, mientras que el total de votantes registrados es de 23 millones y la población es de 50 millones”. (SABC. 24/4/09). Lo que no dicen al público es que todo sudafricano paga un 14 por ciento de IVA en cualquier compra, incluidos los alimentos básicos. La educación, el agua, la sanidad, la vivienda, todo está mercantilizado, para crear “condiciones favorables a la inversión” el gobierno durante estos últimos diez años se ha postrado ante los intereses empresariales, de manera que las empresas pagan una fracción del precio que pagan los consumidores corrientes por bienes como el agua o la electricidad, por no hablar de una variedad de otros incentivos ofrecidos por el Departamento de Comercio e Industria. No es de extrañar que Sudáfrica cuente con uno de los diferenciales de riqueza y pobreza más grandes del mundo.
En realidad, los pobres han estado subvencionando el proyecto neoliberal desarrollado por el régimen de Thabo Mbeki durante la última década. Las empresas han cargado los costes de su impacto medioambiental, su impacto social e incluso los costes de las exportaciones sobre los pobres. Por ejemplo, los mineros viven en su mayor parte en chozas sin agua potable ni electricidad en lugares como Rustenburg. Comunidades que históricamente utilizaban vapor, mediante perforaciones en la tierra, en la provincia de Limpopo, ya no pueden hacerlo porque las empresas mineras han envenenado el agua. Las mismas empresas mineras ahora purifican el agua y la venden como una mercancía a los mismos usuarios del agua, es decir, primero la envenenan, después la purifican y más tarde la venden como una mercancía. ¡El principio de que el contaminador pague se ha convertido en pagar al contaminador!
Jacob Zuma intenta garantizar los intereses capitalistas, pero como hemos visto durante los últimos quince años, sólo se puede hacer atacando a los trabajadores y los pobres. Es aún más cierto cuando Sudáfrica ha entrado en recesión y cuenta con el mayor déficit presupuestario en una década. No se puede servir a dos amos. Si el nuevo gobierno del ANC quiere contentar a las grandes empresas pronto entrará en conflicto con los trabajadores y los pobres, que se expresarán a través del COSATU y el PCSA.
La tarea de los marxistas en Sudáfrica es llegar a los elementos más avanzados de estas organizaciones y comenzar una lucha seria para inculcarles un programa socialista claro, basado, no en la “revolución democrática nacional”, sino firmemente en la revolución socialista. Si una cosa ha dejado clara estos últimos quince años de democracia burguesa y gobierno del ANC es que los problemas a los que se enfrentan las masas de pobres y trabajadores en Sudáfrica, mayoritariamente negros, es que todo lo relacionado con la discriminación racial, el acceso a la tierra, la vivienda, educación y sanidad, no se puede resolver dentro de los límites del capitalismo. Sólo la expropiación de los medios de producción, “la riqueza de la tierra” de la que habla la Carta de Libertades debería pertenecer al pueblo, debería basarse en un plan de producción democrático que empiece a abordar los problemas de la falta de vivienda, pobreza y desempleo que aún sufren millones de sudafricanos.
Fuente:
Patrick Bond. Talk Left Walk Right, South Africa’s Frustrated Global Reforms. University of KwaZul Natal Press. Pieter Maritzburg. 2004.