La clase obrera y las masas en general están comenzando a moverse en Oriente Medio. El ejemplo más notable es lo que hemos presenciado hace unas semanas en el Líbano. El viernes 21 de mayo hubo una manifestación de 200.000 personas para protestar contra la barbarie estadounidense en Iraq, una indicación clara del profundo y extenso proceso de radicalización que está produciéndose en Líbano. Días después, el jueves 27, la Confederación General del Trabajo protestó contra la política económica del gobi gobierno, exigiendo una reducción de los precios del combustible y convocando una huelga general.
LÍBANO
La clase obrera y las masas en general están comenzando a moverse en Oriente Medio. El ejemplo más notable es lo que hemos presenciado hace unas semanas en el Líbano. El viernes 21 de mayo hubo una manifestación de 200.000 personas para protestar contra la barbarie estadounidense en Iraq, una indicación clara del profundo y extenso proceso de radicalización que está produciéndose en Líbano. Días después, el jueves 27, la Confederación General del Trabajo protestó contra la política económica del gobierno, exigiendo una reducción de los precios del combustible y convocando una huelga general. La situación de la economía en Líbano se puede ver en su gigantesca deuda pública que alcanza ya los 34.000 millones de dólares, el 185% del PIB del país. Este dato es utilizado por el gobierno para justificar su política de austeridad, y el aumento de los precios del combustible es una prueba de esta política. Los sindicatos convocaron una huelga general en apoyo de su reivindicación de que el gobierno reduzca el precio de los 20 litros de combustible de 25.000 a 15.000 libras libanesas (de 16,60 a 10 dólares). El gobierno se negó, primero intentó culpar a los distribuidores de combustible, como si el incremento no fuera su responsabilidad, y después intentó calmar a los trabajadores con una reducción simbólica. Pero esto no fue suficiente para los trabajadores y enfureció aún más a las masas. Finalmente la huelga del martes 1º de junio contó con un apoyo masivo que se calcula en medio millón de personas participando en las manifestaciones que se celebraron por todo el país. La mayoría de los sindicatos y asociaciones obreras anunciaron su apoyo a la huelga. Entre los sectores que participaron están: profesores de la enseñanza pública y privada, empleados de la banca, trabajadores del transporte, de la empresa eléctrica estatal -Electricité du Liban-, personal de la Universidad Libanesa, agricultores, granjeros, trabajadores del sector del agua (de Beirut y del norte del país), trabajadores de la construcción, de Aerolíneas Transmediterráneas y funcionarios estatales que hicieron un paro de 5 minutos en solidaridad. Durante el día de huelga por todo el país se celebraron manifestaciones contra los altos precios del combustible y contra el gobierno. Desde primeras horas de la mañana el servicio de taxis y los conductores de autobuses comenzaron su huelga. Los taxistas bloquearon la carreta del sudeste de Beirut. Lo mismo ocurrió en Nabatieh, Trípoli, Sidón y otras ciudades importantes. El transporte público y escolar quedó paralizado en todo el país. El aeropuerto de Beirut estuvo cerrado durante tres horas. Frente a las sedes del gobierno se celebraron manifestaciones con pancartas contra los elevados precios del combustible pero también contra la corrupción, la política fiscal del gobierno y el alto nivel de desempleo. El primer ministro, Rafik Hariri, regresaba de una visita oficial a Siria y quedó bloqueado debido a las protestas que lo obligaron a buscar una ruta alternativa.
Una día de terror brutal
Sin embargo, a pesar de la llamada de los dirigentes sindicales a una manifestación “pacífica”, el 27 de mayo será recordado por los trabajadores libaneses como un día de terror desnudo y brutal por parte del estado. La brutalidad de la clase dominante libanesa fue más que evidente cuando el ejército abrió fuego contra los manifestantes. Al principio llegaron noticias de la muerte de dos trabajadores debido a disparos en el cuello y que otra tercera víctima había recibido disparos en el estómago. Pero al final se supo que el ejército había asesinado al menos a cinco trabajadores y herido a más de treinta en las escaramuzas que se produjeron en el barrio musulmán chiíta de Hay al-Sellom. El ejército dijo que las tropas tuvieron que disparar después de que los manifestantes intentaran asaltar los vehículos militares, también dijeron que habían lanzado una granada a los soldados. En realidad la violencia estalló cuando los soldados hicieron disparos de advertencia para dispersar a los manifestantes en este barrio pobre del sur de Beirut. Más tarde los responsables de seguridad tuvieron que admitir ante las evidencias. Los soldados dispararon con sus armas automáticas contra la multitud, dos vehículos militares quedaron dañados por las piedras. Los manifestantes, enfurecidos por los asesinatos, tomaron el ministerio de Trabajo y lo prendieron fuego. Los testigos dijeron que la violencia estalló cuando los soldados arrestaron a tres manifestantes por quemar neumáticos. Los manifestantes lanzaron piedras y rodearon los vehículos militares. Los soldados, que primero dispararon al aire y después a la multitud, persiguieron y golpearon a varios jóvenes. Entre los heridos también hay algunos soldados. Docenas de manifestantes fueron acorralados y golpeados por los soldados. Al día siguiente, viernes 28 de mayo, continuaron los enfrentamiento con cientos de manifestantes tomando el control de las calles de Hay al-Sellom y bloquearon por segunda vez las carreteras de Beirut. También hubo manifestaciones, principalmente de taxistas y conductores, bloquearon algunas carreteras, incluida la autopista del Aeropuerto Internacional de Beirut, y la principal carretera que une la capital con Siria. Las escuelas, universidades y muchos negocios permanecieron cerrados. Pero durante el segundo día de protestas el gobierno ordenó al ejército que intentara pasar inadvertido. Se mantuvo a distancia de los manifestantes y no disparó. De nuevo las protestas se extendieron por las ciudades más importantes del país, incluidas Tyre, Nabatieh y Baalbek. Tampoco llegaron noticias de disparos del ejército. Al final la situación se calmó. El ejército recibió la orden de retirada, era claramente un signo de que las autoridades temían provocar una situación aún más explosiva. ¿Qué provocó la confrontación? Esta confrontación violenta en las calles entre las masas y las fuerzas armadas ha iniciado un debate entre los círculos gubernamentales, analistas políticos y burgueses que se preguntan las razones de este giro repentino de los acontecimientos. El presidente del Líbano, Emile Lahoud -recurriendo a métodos viejos y probados- exigió una investigación judicial de “los disturbios y de las pérdidas humanas y materiales resultantes”. Su papel, como es habitual, será encubrir el crimen. El periódico The Daily Star, portavoz en inglés de la clase dominante libanesa, el 29 de mayo explicaba que “algunos sospechaban de un ‘complot’ político detrás de los enfrentamientos entre el ejército y los civiles”. Algunos comentaristas burgueses obtusos no pueden creer que el origen de las protestas tenga bases materiales, es decir, ¡la pobreza de las masas! Esto incluso lo han comprendido los editorialistas de The Daily Star: “las evidencias dicen que el episodio responde simplemente a una manifestación que se fue de las manos y adquirió proporciones políticas importantes”. El mismo periódico después de analizar la situación general tuvo que admitir: “Debido a todo esto, los acontecimientos del jueves podrían haber ocurrido ‘de forma natural’ como resultado de una tensión política sofocante y problemas socioeconómicos serios”. Esta es precisamente la cuestión. No hay ningún complot. Las diferentes fracciones políticas, dentro y fuera del gobierno, podrían intentar explotar la protesta en su propio beneficio, pero la razón de la huelga es concreta y su origen se encuentra en las condiciones sociales y económicas que han madurado dentro del Líbano. Esto no debería sorprender a nadie, de hecho el pasado mes de octubre hubo otra huelga general. Cuando la protesta alcanza este nivel de confrontación revela entonces que la crisis que se está desarrollando en el sistema es más extensa y profunda de lo que parece. Merece la pena reproducir un artículo muy interesante publicado en The Daily Star (1/6/2004): “Kabbara [un analista político] dijo que los disturbios de la semana pasada -que eran una protesta por la suba de los precios de gasolina, que provocaron la muerte de seis personas y heridas a otras cincuenta en el barrio de Hay al-Sallon y que convirtieron las calles de esta ciudad en un campo de batalla después de que el ejército abriera fuego contra los que lanzaban piedras- son una prueba de que nuestras instituciones no tienen absolutamente ninguna legitimidad… Si los disturbios fueron espontáneos entonces demuestran que el gobierno tiene problemas serios. Demuestran que la población está más que harta…”. En otro artículo publicado el 28 de mayo el mismo periódico hacía referencia a la posibilidad de que la protesta respondiera a algún tipo de complot para echar al primer ministro Hariri de su cargo: “Si triunfa [el complot] y Hariri abandona su cargo ¿entonces qué? Nada habría cambiado en el nivel fundamental necesario para situar al país en un camino socioeconómico más sostenible. Nada se habría hecho para encauzar el despilfarro y la corrupción que caracterizan al estado libanés y los vínculos inmorales entre los políticos y un puñado selecto del sector privado. Una situación realmente espantosa que ha sido supervisada por el trío de políticos dirigentes del país -el presidente Emile Lahoud, el portavoz Nabih Berri y Hariri- junto con la manipulación política siria durante los últimos cinco o seis años. Los libaneses de todos los campos sociopolíticos se quejan de los dirigentes políticos del país y del callejón sin salida que han creado desde el final de la guerra civil, convirtiendo al país en una sociedad perversa. Es el momento del cambio y no de más destrucción y pérdida de vidas”. Podemos ver el cinismo de la burguesía libanesa. Si el primer ministro no sirve habrá que sacarlo. Al mismo tiempo piden un cambio. Pero el tipo de cambio que quieren los empresarios es un gobierno que puedan controlar directamente y que lleve a cabo una política más antiobrera.
Es el momento del cambio
¡Nosotros decimos que es el momento del cambio! Pero no en las líneas que quieren los empresarios imponer a los trabajadores libaneses. A lo que nos enfrentamos en el Líbano no es sólo una crisis temporal, es una crisis generalizada de todo el sistema. El nivel de confrontación alcanzado la semana pasada ha dañado a todas las instituciones libanesas. Es una crisis que va más allá de las fronteras de este pequeño país. Ha comenzado una lucha real de la clase obrera apoyada por las masas empobrecidas. Sin embargo, para ganar la lucha es necesaria una huelga general bien organizada y no sólo simbólica. The Daily Star (28/5/2004) informa de los pasos futuros de los dirigentes sindicales: “Una fuente dentro de la CGT dijo que la organización no tiene planes de extender la huelga del pasado jueves…”. De este modo está claro que no tienen una intención seria de construir el movimiento. Enfrentados a la rabia de las masas su principal preocupación es que los trabajadores regresen al trabajo y se restablezca el orden. Si la dirección de la CGT fuera seria ahora estaría convocando una verdadera huelga general de al menos veinticuatro horas y no una huelga simbólica de pocas horas. Si no están dispuestos a hacerlo, entonces deberían hacerse a un lado y dejar paso a los que quieren luchar contra el gobierno y el sistema capitalista. La tarea ahora es construir y preparar el movimiento de los trabajadores para otra ofensiva y huelga general. Sin embargo, para organizar una huelga general efectiva hay que crear comités de acción en cada fábrica, oficina y barrio obrero. El movimiento debe unirse con los campesinos pobres. La próxima huelga general y otras acciones de masas también necesitarán protegerse seriamente de las acciones del ejército. Éste ha demostrado que está dispuesto utilizar los método más brutales para aplastar a los trabajadores y lo utilizarán una vez más. Por lo tanto, es necesario tomar medidas para organizar la autodefensa obrera. Pero estas medidas por sí solas no son suficientes. Al mismo tiempo es necesario trabajar entre los soldados para que se rebelen contra los altos mandos que protegen el sistema capitalista. Los soldados rasos -trabajadores con uniforme- no son el enemigo. El enemigo real es el alto mando que sirve a los empresarios libaneses que ordenan los ataques. Los dirigentes obreros deberían hacer un llamamiento a la base del ejército para que no dispare contra los trabajadores y vuelvan sus armas contra aquellos oficiales que les ordenaron disparar contra sus hermanos y hermanas de clase. Esta es la forma más efectiva de desarmar al estado. Pero para que esto sea posible necesitamos verdaderos dirigentes sindicales dispuestos a luchar, representantes reales de la clase obrera. Desgraciadamente no tenemos esto en la dirección de la CGT. Una vez más The Daily Star publicaba algunos comentarios interesantes de Kabbara: “Según Kabbara tanto el parlamento como las ‘reacciones mediocres’ del gobierno son una prueba de que no tienen legitimidad. También son una prueba de que las organizaciones sindicales, como la CGT, están completamente alejadas de la población media. … En las protestas de Hay al-Sellom [la CGT] no fue capaz de controlarlas. ¿Dónde está su autoridad? ¿Por qué nadie les hizo caso?. La CGT ha sido denunciada reiteradamente como una herramienta en manos del gobierno que en lugar de defender a los trabajadores tiene a varios de sus miembros cerca de la cúpula política”. También añadía el siguiente comentario interesante del análisis de Kabbara: “Si las últimas elecciones municipales demostraron algo es que la población votó contra el gobierno y la oposición. En una palabra, eso significa que la población votó contra su política. Los libaneses están cansados de los políticos” (Ibíd., 1/6/2004). En este comentario incluye a los partidos opositores, instituciones sindicales y civiles que se han alejado de los ciudadanos y de los problemas que están asolando al país.
Las tareas a las que se enfrenta la izquierda libanesa
Lo que ha quedado en evidencia no es sólo que el estado y sus instituciones han perdido toda autoridad, también lo han hecho los actuales dirigentes sindicales porque no representan las aspiraciones reales de las masas. Esto indica que ha madurado el momento para la construcción de una verdadera oposición obrera dentro de los sindicatos. Pero también demuestra la ausencia de un genuino partido de masas de la clase obrera. Por lo tanto, aquellos grupos de izquierda que existen en el Líbano tienen sobre sus hombros una gran responsabilidad. Ha llegado el momento de que los grupos obreros de izquierda se unan con la perspectiva de construir una fuerza de masas basada en el movimiento sindical con el objetivo de acabar con este gobierno y sustituirlo por un gobierno de trabajadores y campesinos, basado en la expropiación de la banca y las fábricas bajo el control de los trabajadores. La izquierda debe adoptar una perspectiva socialista. Un Líbano capitalista no puede resolver los problemas de los trabajadores. Bajo el capitalismo el peso de la deuda recae sobre los trabajadores y los pobres. En la medida que el poder sigue en manos de la actual clase dominante corrupta, la lógica del capitalismo prevalecerá y los trabajadores y campesinos pagarán el precio. La tarea que tienen ante sí los sindicatos, centros de trabajo y barrios obreros es explicar pacientemente a los trabajadores que es necesario un cambio de régimen fundamental, que es necesario romper el poder de la clase capitalista. Sin embargo, cambiando su naturaleza de clase, es decir, derrocando a los capitalistas e instaurando una verdadera democracia obrera, el Líbano no podría sobrevivir aislado. Un verdadero gobierno obrero en Líbano sería visto como una amenaza a los intereses vitales de los regímenes de alrededor. Un Líbano obrero se convertiría en un polo de atracción para las masas oprimidas de Oriente Medio. Tendría un impacto inmediato en Israel. Por eso sería atacado por las clases gobernantes árabes e israelíes apoyadas por los imperialistas estadounidenses y europeos. La lucha por el socialismo podría comenzar en Líbano, pero si quiere sobrevivir tendría que extender la lucha revolucionaria a los países circundantes. Por eso es necesaria una perspectiva internacionalista. Una dirección revolucionaria en Líbano debería dirigirse a los trabajadores y pobres de las ciudades y el campo de toda la región. Su perspectiva debería ser una Federación Socialista de Oriente Medio con todas las naciones, incluidos israelíes, palestinos, kurdos que tendrían sus propias autonomías territoriales. Líbano cuenta con una larga tradición histórica comunista. Durante años hemos visto el desarrollo del Partido Comunista Libanés (PCL), la Organización de Acción Comunista, el Partido Democrático Popular Hizb al-Dimuqrati al-Sha’bi, una escisión del Partido Árabe de Acción Socialista. La desgracia es que estos partidos sucumbieran a la presión del oportunismo o el sectarismo. Sin embargo, la nueva situación que se está abriendo en el Líbano está proporcionando a la izquierda la oportunidad de recuperar el tiempo perdido. Si se extraen las lecciones correctas de los errores cometidos en el pasado se podrán convertir en una verdadera dirección revolucionaria de la clase obrera. El Partido Comunista Libanés fue creado en 1924 por un grupo de intelectuales. Desgraciadamente, tuvo muy poco impacto en la política libanesa. Esto se puede explicar en parte por su apoyo inquebrantable durante décadas a los estalinistas de Moscú. Antes de 1944 había una sola organización comunista de Siria y Líbano, pero después se creó un partido diferente en cada uno de los dos países. En el primer período de independencia, aproximadamente los primeros veinte años, el PCL no consiguió desarrollar sus fuerzas. Aparte de su vinculación al estalinismo cometió el peor error de todos al apoyar la partición de Palestina. Lo hizo siguiendo los dictados de Stalin que apoyó en su momento la creación del estado israelí. Como ocurrió en muchos otros partidos comunistas esto tuvo el efecto de desacreditarlos ante los ojos de la población árabe. Esta situación continuó durante los años cincuenta con la inconsistente política del partido del panarabismo y el movimiento nasserista, que le acarreó el aislamiento y la pérdida de apoyo. En 1965 salió de la clandestinidad, intentó romper su aislamiento y entró a formar parte del Frente de Fuerzas Nacionales y Partidos Progresistas, una formación frentepopulista que más tarde se convirtió en el Movimiento Nacional Libanés dirigido por Kamal Jumblatt. Esta tendencia a mezclar banderas con la burguesía y la pequeña burguesía (ellos la llaman burguesía “progresista”) limitó su capacidad de convertirse en una verdadera fuerza de oposición de la clase obrera. Sin embargo, a pesar de todo esto, los años setenta vieron un proceso de radicalización entre los jóvenes y trabajadores libaneses, parte del mismo proceso internacional. Gracias a esta oleada de radicalización de izquierda el PCL consiguió cierto resurgimiento. En 1970 el ministro de interior, Kamal Jumblatt, legalizó el partido. Esto permitió a sus dirigentes, incluido al secretario general Niqula Shawi, presentarse a las elecciones de 1972. Consiguieron varios miles de votos pero desgraciadamente no los suficientes para conseguir un escaño. A mediados de los años setenta se desarrolló un malestar civil que atrajo a una capa de activistas a las filas del partido. El PCL, que por entonces había creado una milicia bien entrenada, participó activamente en la guerra civil de 1975-76. Esto le dio crédito y elevó su autoridad entre una capa importante de militantes. Sin embargo, debido a su posición frentepopulista y su adhesión a la teoría de las dos etapas (primero una alianza con la “burguesía progresista” para completar a revolución democrática y después la lucha directa por el socialismo) terminó minando su autoridad y más tarde entró en declive. El proceso de declive del partido comenzó en los años ochenta y ha continuado hasta el día de hoy. Aprovechando el reflujo del movimiento obrero y los errores del PCL, las fuerzas reaccionarias comenzaron a atacar al PCL. En 1983 el movimiento fundamentalista sunnita de Trípoli, Tawhid (Movimiento de Unificación Islámica), ejecutó a cincuenta comunistas. En 1987, junto con el PSP, el PCL protagonizó una larga batalla con los militantes de Amal en Beirut occidental, un conflicto que terminó con la intervención de las tropas sirias. En realidad el régimen sirio tuvo mucho que decir en los acontecimientos internos del PCL. El régimen sirio, a imagen y semejanza del ruso, jugó un papel reaccionario al frenar todo movimiento hacia la revolución. Murrawwah, uno de los dirigentes del partido, que fue probablemente el hombre más poderoso del PCL, tenía buenas relaciones con los grupos sirios de Beirut occidental. Eso no detuvo a los fundamentalistas islámicos que los atacaron. De hecho, entre 1984 y 1987 los principales dirigentes y militantes del partido fueron asesinados por los fundamentalistas islámicos. El pasado ha demostrado que la teoría de las dos etapas, con su búsqueda desesperada del ala “progresista” de la burguesía, ha fracasado totalmente. Los comunistas libaneses deben aprender las lecciones del pasado. Su papel no es basarse en un sector “democrático” no existente de la clase dominante, su papel es defender una genuina oposición obrera, construir sus fuerzas entre la clase obrera, dentro de los sindicatos, ofrecer a los trabajadores una perspectiva revolucionaria para derrocar el corrompido régimen de la clase dominante libanesa. Si hacen esto entonces el PCL podría aprovechar la situación actual para construir un verdadero partido revolucionario de masas de la clase obrera. Que capas importantes de los trabajadores y jóvenes libaneses están buscando un camino revolucionario se puede ver en la existencia de otros grupos de izquierda. En 1970 dos pequeños grupos de izquierda, la Organización Socialista del Líbano y el Movimiento de los Socialistas Libaneses, se fusionaron para crear la Organización de Acción Comunista (OAC). Esta organización, dirigida por Muhsin Ibrahim, incorporó a antiguas células del Movimiento Nacionalista Árabe que había dejado de existir a finales de los años sesenta. La OAC se presentaba como un partido comunista revolucionario independiente y, a principios de los años setenta, criticó duramente al PCL, acusó a sus dirigentes de tendencias “reformistas”. Si la OAC se hubiera transformado en una genuina organización marxista podría haber jugado un papel importante en empujar al PCL, o al menos a una capa importante de su militancia, hacia las ideas del socialismo. Esto habría transformado toda la situación y podría haber dirigido al movimiento de masas bajo la dirección de la clase obrera, en lugar de la terrible guerra civil y la derrota posterior. Desgraciadamente la OAC también sucumbió a las presiones y en lugar de girar hacia una posición revolucionaria comenzó a acercarse a las posiciones del PCL a mediados de los años setenta. Incluso se habló de la unidad entre el PCL y la OAC, pero esta unión nunca se materializó. El dirigente de la OAC, Ibrahim, jugó un papel importante en la guerra civil de 1975 gracias a su posición como secretario ejecutivo del Movimiento Nacional Libanés y porque su organización participó en la lucha. Pero en 1987 la OAC tuvo que pasar a la clandestinidad porque Ibrahim se negó se seguir la política siria de oposición a la OLP de Yaser Arafat. Ahora tenemos una situación donde existen varios grupos de izquierda, aparte del PCL, en Líbano. Entre los jóvenes existe sed de ideas marxistas. Hace falta estudiar el pasado. Hay que extraer las lecciones de la experiencia pasada pero necesitamos seguir adelante. La clase obrera del Líbano está resurgiendo una vez más con fuerza. A pesar de las divisiones étnicas las cuestiones de clase una vez más han salido a la superficie. Esto da a los marxistas la oportunidad de intervenir en la situación y construir una alternativa dentro del movimiento obrero. Estas fuerzas de izquierda deben unirse y comenzar un proceso de discusión con el objetivo de crear una verdadera fuerza marxista.
La revolución permanente
No hay solución para los problemas del Líbano dentro del marco del capitalismo, ni dentro de las fronteras artificiales creadas por los imperialistas. Los gobernantes del Líbano prometieron independencia, unificación nacional y progreso económico. Sin embargo, su historia es la historia del atraso económico, la dependencia del imperialismo y las guerra civiles. La clase capitalista es un parásito que no tiene derecho a gobernar la sociedad. La única solución puede venir de los trabajadores en una alianza con los campesinos pobres luchando por la transformación socialista del Líbano como parte de una federación socialista de Oriente Medio. Las razones ya las explicó León Trotsky hace muchos años en la teoría de la revolución permanente: “La perspectiva de la revolución permanente se podría resumir de la siguiente forma: la completa victoria de la revolución democrática en Rusia es concebible sólo en la forma de la dictadura del proletariado, apoyándose en el campesinado. La dictadura del proletariado, que inevitablemente pone en el orden del día no sólo las tareas democráticas sino también las socialistas, al mismo tiempo daría un impulso poderoso a la revolución socialista internacional. Sólo la victoria del proletariado en occidente podría proteger a Rusia de la restauración burguesa y asegurar la posibilidad de conseguir el establecimiento del socialismo”. Lo mismo se puede aplicar hoy en día en el Líbano. Aunque pequeño, el Líbano podría convertirse en un faro para las masas de Oriente Medio. Si no es así, a largo plazo sólo puede ocurrir más de lo mismo: derrotas, conflictos étnicos y empeoramiento general de la situación de la clase trabajadora. Así que la tarea a la que se enfrentan los marxistas libaneses es muy grande pero no imposible. 3 de junio de 2004