El presupuesto de la nación para el año 2004, aprobado hace una semana por el Congreso de la nación, alcanzará la cifra de $62.012,2 millones, un 14,7% más que en el 2003. El gobierno de Kirchner insiste en que este presupuesto tiene como ejes aumentar el gasto social (desocupados, salud, educación, pensiones, etc) y los planes de obras públicas. Sin embargo, un análisis detallado de las cifras nos revelan el ocultamiento de un trasvase enorme de rentas a favor de los grandes capitalistas y banqueros a costa de la clase trabajadora argentina, en un país donde el 60% de la población vive por debajo de la línea de la pobreza.
El 40% del presupuesto se lo llevan los bancos y el pago de la deuda
El presupuesto de la nación para el año 2004, aprobado hace una semana por el Congreso de la nación, alcanzará la cifra de $62.012,2 millones, un 14,7% más que en el 2003. No obstante, la inflación prevista para el próximo año es del 10%, con lo que el aumento real del gasto (el poder de compra real) sólo lo hará un 4,7%. El gobierno maneja la previsión de que la riqueza nacional, el PBI, aumentará un 4%.
El gobierno de Kirchner insiste en que este presupuesto tiene como ejes aumentar el gasto social (desocupados, salud, educación, pensiones, etc) y los planes de obras públicas. El volumen de dinero destinado al gasto social es de $4.294 millones, un 11,9% más que en el 2003, pero si descontamos la inflación prevista, el aumento real se queda en el 1,9% solamente, una cantidad muy insuficiente para mejorar sensiblemente la situación espantosa a que ha conducido la crisis capitalista al 60% de la población que vive por debajo de la línea de la pobreza.
Pero, incluso, se puede ver cómo hay partidas que descienden claramente, como es el caso del dinero destinado a los subsidios y planes de empleo, donde están incluidos los Planes Jefes y Jefas de Hogar, que descienden nominalmente un 0,1% y más de un 10% si descontamos la inflación prevista. Es decir, el gobierno tiene un objetivo claro de reducir la cantidad de beneficiarios de los Planes jefes y Jefas de Hogar y de congelar el dinero destinado a los mismos. Tampoco hay mejoras para los desocupados que cobran el seguro de desempleo, $302,9 millones (4,1% de aumento nominal y 6% de descenso real descontando la inflación) para los 109.255 desempleados que pueden legalmente acogerse a este tipo de subsidio (el 3,6% de los desocupados totales del país), lo que da poco más de $200 mensuales en promedio.
Es notorio señalar que la última suba de $20 en las jubilaciones anunciada por el gobierno este mes no tienen consignadas partidas en este presupuesto, con lo que su implementación no estaría garantizada de antemano salvo que se recortaran las partidas de alguna otra parte del presupuesto.
Solamente hay un aumento más sensible del presupuesto en la educación, $3.907 millones (un 12% más, un 2% de aumento real), destinado a la construcción de nuevas escuelas y al aumento de becas, pero al precio de mantener congelados un año más los salarios de miseria de los docentes, como al resto de los 2 millones de trabajadores estatales, lo que va a implicar un deterioro en la calidad de la enseñanza.
El otro apartado del presupuesto donde se registra un aumento importante es en el Ministerio de Planificación, $3.380,5 millones (un 42,2% más que en el 2003, un 32,2% de aumento real), destinándose $1.200 millones más para obras públicas que en el presente año. A esta cantidad habría que sumar los $1.600 millones procedentes de los denominados fondos fiduciarios del presupuesto. Si bien todos estamos de acuerdo en la necesidad de implementar un plan de obras públicas para mejorar las infraestructuras y mejorar la red de transportes, de electricidad y la edificación de viviendas y para acabar con la desocupación, en lo fundamental esta cantidad va a ser utilizada para que las grandes compañías constructoras hagan enormes ganancias a costa del dinero público empleando en la mayoría de los casos a beneficiaros del Plan jefes y Jefas de Hogar con salarios de $300 ó $400, ahorrándose $150 del salario de cada trabajador que correría a cargo del Estado. Además, la mayor parte de estas obras están diseñadas para servir a los intereses de las grandes compañías privadas (como la conexión de la red de alta tensión a la Patagonia, la construcción del gasoducto para Techint, el arreglo de las vías férreas y las rutas de peaje, la canalización y mejora de los canales y acequias para los grandes hacendados agrícola-ganaderos, etc.) que se van a ahorrar todos estos gastos de infraestructuras imprescindibles para sus negocios privados con el dinero público. Ellos se llevan miles de millones de pesos de beneficios con el esfuerzo de sus trabajadores y explotando los recursos naturales y humanos de la nación, mientras que el Estado (es decir, las familias trabajadoras que somos quienes pagamos la mayor parte de los impuestos) les financia infraestructuras que deberían sufragar ellos mismos.
Pero, además, la ley del presupuesto también contempla poderes excepcionales para el Jefe de Gabinete, Alberto Fernández, quien está facultado para disponer a discreción del dinero del presupuesto y del superávit fiscal que se obtenga, cambiando partidas y recursos a voluntad, si la situación así lo demanda, con lo que objetivamente ni siquiera queda garantizado el destino de los fondos aprobados.
Desde el punto de vista de los trabajadores, uno de los aspectos más reaccionarios de este presupuesto es que se mantiene la congelación salarial para los más de dos millones y medio de empleados públicos (estatales y docentes) quienes sufrirán una reducción real del 10% en su poder adquisitivo por el efecto de la inflación.
Pero, sin duda, el aspecto más escandaloso de los presupuestos estatales para el 2004 lo constituye la transferencia de $16,183 millones a los bancos como compensación por la pesificación asimétrica, es decir, por lo que dejaron de ganar (o, más bien, de robar usurariamente) estos parásitos en los últimos dos años por la pesificación de los créditos, ya que los créditos hubieron de reconvertirse a 1,40 pesos por dólar, y la devolución de los mismos se fijó a 1 peso por cada dólar, perdiendo 40 centavos por cada peso que prestaron. Que los banqueros hubieran acumulado miles de millones de pesos en ganancias en los últimos años o que hayan estado implicados en la evasión fraudulenta de miles de millones de dólares en divisas al extranjero días antes del corralito no importa nada. Millones de trabajadores, desocupados, jubilados, mujeres y niños argentinos sí tienen que cargar con la condena de la pobreza, la miseria, el hambre y la desocupación, producto de la crisis capitalista de los últimos años de la que son responsables directos estos mismos banqueros y capitalistas, y para los que no hay compensación alguna, con salarios bajísimos que se come la inflación o con subsidios miserables de $150 que no dan para vivir.
A esto hay que añadir otros $2.800 millones más a pagar a los bancos por el Estado en bonos a 10 años por la menor cuantía de intereses recibidos por los créditos, debido a la aplicación del CER y el CVS en la Ley de Emergencia Económica. En pocas palabras: los grandes banqueros nacionales y extranjeros no sacrifican ni un centavo de sus ganancias en el marco de la crisis económica más profunda de la historia de la nación. Todos los sacrificios y penalidades los soportamos las familias trabajadoras.
Por supuesto, también los presupuestos consignan una partida de $9.000 millones para pagar la infame deuda externa que servirá para llenar los bolsillos de los especuladores financieros internacionales y las agencias imperialistas como el FMI, el Banco Mundial, el Club de París, y otros.
De esta manera, las compensaciones a los bancos y el pago de la deuda equivalen ¡al 40%! del total del presupuesto: más de $25.000 millones. La unión nacional del pueblo argentino, de la "patria", anunciada de manera rimbombante por el Presidente Kirchner se revela de esta manera como un fraude gigantesco, revelando que el pueblo argentino es una abstracción. O se gobierna a favor de los trabajadores argentinos o a favor de los capitalistas argentinos y sus hermanos de clase extranjeros, no hay término medio. Y estos presupuestos demuestran que, a pesar de toda su retórica, este gobierno lo hace a favor de los capitalistas y banqueros. Y esto no es una cuestión personal del carácter de Kirchner o de sus ministros, sino que es un resultado necesario de su aceptación del sistema capitalista, donde las palancas económicas fundamentales (la tierra, los bancos, las grandes empresas y monopolios) son la propiedad privada de un puñado de multimillonarios. Si estás de acuerdo con mantener este sistema, independientemente de tu voluntad o de tu carácter, estás obligado a aceptar sus reglas de juego y sus consecuencias, que son asegurar beneficios multimillonarios a los grandes empresarios nacionales y extranjeros. Esta es toda la verdad del asunto.
Que Kirchner haya implementado algunas medidas para moderar el saqueo o la codicia de algunas multinacionales y capitalistas nacionales, y de sectores del aparato del Estado, no cambia esta caracterización de su política. El saqueo descarado por parte de este sector de la clase capitalista y del aparato del Estado, amparados por una casta de políticos burgueses corruptos, era un peligro para la propia continuidad del sistema capitalista, no solamente por el enorme despilfarro económico que conllevaba, sino porque amenazaba con una profundización de la bronca popular y el peligro de un levantamiento revolucionario de las masas de la clase trabajadora y del resto de capas oprimidas de la sociedad, como ocurrió en las jornadas de diciembre del 2001. Kirchner y el sector de la burguesía nacional que le rodea era consciente de esto y eso explica el carácter progresista de las primeras medidas tomadas por su gobierno que tuvieron un impacto positivo de su imagen entre el conjunto de la población.
Es un lugar común pintar a los socialistas revolucionarios como gente utópica que está fuera de la realidad. Veamos en qué consiste nuestra locura. Si el pueblo trabajador, que somos la inmensa mayoría de la sociedad argentina, pudiera disponer libremente de esos $25.000 millones que van a ir a parar el próximo año a un puñado de especuladores y multimillonarios, ¿qué cantidad de recursos no podríamos gestionar con nuestras manos? Por ejemplo, subir $200 pesos a los salarios de los trabajadores estatales y docentes significaría una suma anual, haciendo un cálculo aproximado, de unos $7.800 millones. Pero daría para mucho más. Subir $200 el monto de los pensionistas y jubilados que les permitiría acceder a unos haberes mucho más dignos que los actuales implicaría un gasto anual aproximado de $7.200 millones. También habría para subir hasta $300 el monto de los Planes de Jefes y Jefas de Hogar, como están reclamando las organizaciones piqueteras, con un costo adicional de $3.285 millones. Aún nos sobrarían cerca de $7.000 millones para emplearlos en auténtica obra pública para mejorar nuestras infraestructuras y dar trabajo genuino a miles de desocupados, o en aumentar drásticamente los presupuestos para salud, educación ,etc. O bien, con estos $7.000 millones, se podría bajar a la mitad el IVA de los productos básicos y de alimentos, generando un ahorro en la canasta familiar bastante considerable, lo cual, por cierto, es otra de las promesas electorales incumplidas por Kirchner.
Pero ni siquiera ésta es toda la verdad del asunto. El año pasado, los grandes capitalistas y financieros del país evadieron capitales por valor de $21.500 millones de dólares (unos $63.000 millones al cambio actual), y en lo que llevamos de año han sacado del país para depositarlos en cuentas en el extranjero la cantidad de $11.500 millones de dólares (más de $33.000 millones) ¿Cómo puede ser verdad, entonces, que nos digan que no hay dinero para atender las necesidades sociales? Dinero sí lo hay, pero en la medida que toda esta riqueza que crea el pueblo trabajador con su esfuerzo se la apropian un puñado de capitalistas, esto no rinde a favor de la mayoría de la sociedad.
Nosotros creemos que lo que es una auténtica locura es la manera en que está diseñada y organizada esta sociedad, donde una mayoría que trabaja o quiere trabajar y no la dejan sufre y padece las consecuencias del control que ejercen una minoría de millonarios dueña de los bancos, la tierra y las grandes empresas, que vive y obtiene cuantiosos privilegios del sudor y del sufrimiento ajeno, todo ello reforzado por sus conexiones con los gobiernos y los políticos burgueses. El presupuesto del estado para el 2004 es una manera concreta y fiel que nos enseña cómo se distribuyen los recursos del pueblo en este sistema capitalista. Los ricos perciben miles de millones, y los pobres sólo unas cuantas migajas.
La lucha por una auténtica sociedad socialista no es una utopía, sino una necesidad. El capitalismo, en cambio, es sufrimiento y negación de un futuro para la clase trabajadora. Sólo expropiando los bancos, la tierra y los grandes monopolios y empresas, sin indemnización y bajo el control democrático de los trabajadores y el resto de capas oprimidas de la sociedad, podremos aspirar a vivir en una sociedad, justa, igualitaria y solidaria donde la explotación del hombre por el hombre, las injusticias y la violencia sean un mal recuerdo del pasado.