La historia sigue escribiéndose justo frente a nuestros ojos, narrando a un pueblo aguerrido que ha determinado escribir con dignidad su futuro, aunque la tinta que le han obligado a usar sea, desgraciadamente, su propia sangre. Esos párrafos enteros que se redactan día tras día, nos enseñan lo azaroso de los movimientos insurreccionales cuando han determinado moverse, avanzando a velocidades inimaginables y con una constancia sin igual, aun a pesar de no tener un liderazgo determinado o los mejores recursos teóricos y estratégicos. Cualquiera que quiera seguirle, alcanzarlo o dirigirlo debe correr a su ritmo y comprender lo que desde dentro ya se está gestando: una dirección popular.
Por el momento hay paradas, avances y reveses, pero nada de eso quiere decir estancamiento o pasividad, todo lo contrario, desde lo subterráneo se fortalecen las bases y el movimiento, que sin saber dónde desemboque tiene una determinación de cambio que sin duda nos llevará a nuevos tiempos.
El liderazgo se hace necesario, pero ya empiezan a aflorar dirigentes naturales dentro de las mismas bases, así como situaciones objetivas que propician el crecimiento y maduración de los mismos a través de la organización. El camino todavía es largo y los obstáculos son variados. Los asesinatos, abusos y violaciones continúan. La represión sigue mostrando sus afilados dientes y los usa para morder con crueldad. Los elementos más impacientes comienzan a perder la fe en las mayorías en términos de su lucha y con cierto aire derrotista se refugian en la opción electoral que les presenta el reformismo, hoy por hoy la opción más avanzada dentro de la política nacional, para jugarse sus últimas cartas. Las perspectivas a futuro son enigmáticas.
Sin embargo, los pasos continúan pisando con seguridad, andando hacia delante, estableciendo un suelo firme sobre el cual marchar. La juventud no se rinde y como ellos dicen: “aguante es lo que nos sobra”. Sus fuerzas no son infinitas, pero suman y dotan de material los músculos del movimiento, preparándolo para un nuevo enfrentamiento. El pulso final parece diluirse, pero no desaparece. Para la mayoría oprimida es claro: es todo o nada.
Los acontecimientos:
El día de ayer se desarrolló la jornada número 22 del Paro Nacional. El Comité Nacional de Paro citó a una nueva movilización debido al fracaso en las negociaciones con el gobierno. Sus demandas moderadas, que han sido rechazadas por la mayoría del movimiento, no han logrado alcanzar su objetivo de calmar las protestas y lavarle la cara al mezquino gobierno de Duque. Al contrario, ha hecho más evidente el oportunismo de la burocracia que representa al comité y de la soberbia del gobierno nacional, que se despidió de la mesa amenazando con desplegar toda la fuerza militar en carreteras para despejar los bloqueos.
Este llamado sumó a nuevos gremios a las protestas como la USO (Unión Sindical Obrera de la Industria del Petróleo), o las academias de bailarines de salsa de Bogotá, artistas, estudiantes de universidades privadas y un largo etcétera. La declaración de guerra del gobierno a la protesta exacerbó la indignación impulsando al movimiento. Cada error cometido por el gobierno le juega en su contra, cada amenaza encuentra una respuesta inversa. En los barrios, por ejemplo, las asambleas locales son cada vez más fuertes, haciendo encuentros diarios en los que discuten sus propias demandas. Estas se han radicalizado hasta exigir, ya no sólo la salida de Duque, sino también la de todo su gabinete.
El número de personas se ha visto disminuido, pero esto no evita que todos los días haya nuevas marchas y bloqueos que se replican aquí y allá. Una de las culpables de la disminución de asistentes es la violencia de Estado, que no ha parado, y cada vez muestra con mayor descaro sus acciones inmisericordes. Y es que la sangre inocente sigue siendo derramada y con métodos cada vez más horrorosos. Al día 18 de mayo, según la ONG Temblores, iban 51 asesinatos (43 de ellos cometidos por la policía), 18 víctimas de violencia sexual y 1139 detenciones arbitrarias, en el marco del paro. Seguro la cifra crecerá, ya que durante esta última noche aumentaron su acoso en poblaciones de Antioquia, El Valle del Cauca, Cundinamarca y varios barrios populares de la capital.
Con todo y su bota de acero pareciera que la fuerza no les alcanza y que, por lo menos desde lo legal, se les acaban las herramientas y se les agotan los recursos. Cada intento de intimidación con arrestos les dura poco y han ido perdiendo eficacia. Para la jornada de ayer decidieron no sacar el ESMAD en Cali ni en Boyacá. Por lo mismo siguen recurriendo al paramilitarismo, en todas sus formas, como apoyo a la represión. Desde elementos de la burguesía y pequeño burguesía que salen armados a disparar indiscriminadamente hasta lumpen contratado. Su bancarrota persiste y se nota con la unión de nuevos gremios al contexto del paro.
Además, el gobierno, sigue perdiendo terreno en lo político, regalando victorias al movimiento. El archivamiento del Proyecto de ley 010 de reforma a la salud lo demuestra, esta derrota se dio debido a la retirada de todos los partidos que decidieron quitarle su apoyo por la presión popular, incluido el partido de gobierno. Lo mismo con la moción de censura en contra del ministro Diego Molano, o la renuncia a la candidatura presidencial de la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez para tomar el puesto de canciller, o las tensiones entre el gobierno y algunos gobernantes locales. Ni que decir del apoyo que comienza a dársele a Gustavo Petro desde ciertos sectores de la burguesía.
Este último ha sabido desenvolverse sobre el terreno actual, mostrando una posición poco oportunista como lo han hecho el resto de elementos de la izquierda. En su último comunicado decidió romper su silencio y hacer varias propuestas al paro y el gobierno. De manera inteligente se desvinculó del liderazgo de las protestas, indicando que son los jóvenes quienes lideran las marchas y que ellos deberían por medio de delegados votados en asambleas entrar a formar parte del Comité de Paro. También propuso marchas multitudinarias, la vinculación de más sectores obreros y ejercer presión sobre los centros de poder.
Su lectura perspicaz, de corte reformista, se ha convertido en la mejor opción a seguir y esto lo demuestra el último estudio realizado por el Centro Nacional de Consultoría pagado y publicado por la revista Semana, pasquín del uribismo, que muestra al líder de la Colombia Humana con una intención de voto del 25 % por encima de sus contrincantes que fluctúan entre el 6, 5 y 3 por ciento.
Es hora de ir más adelante, la mejor opción del movimiento es la de seguir confiando en su propia fuerza y continuar organizando sus asambleas que ya comienzan a dar resultados en la creación de liderazgos auténticos. Estos deben consolidarse, crecer y llamar al apoyo de toda la clase trabajadora, por encima de su casta burocrática, para que salga y se una a una Huelga general. Por supuesto este sería el escenario ideal, pero no es una hipótesis imposible. Cada hora es decisiva y establece nuestro futuro.
Hacia dónde vamos:
Vivimos momentos sensibles que pueden transformarse rápidamente. Hablar del futuro lejano en esta situación es complicado aunque no es difícil prever algunos levantamientos nuevos, un aumento en la represión, la creación de grupos de autodefensa aislados y un avance del reformismo. Sin embargo, todo esto queda dentro del campo de las especulaciones, más con la rapidez en que varían las cosas. De todas maneras no nos cansaremos de insistir en que en estos nuevos eventos encontraremos un aprendizaje sin igual que inevitablemente nos llevará a nuevas rutas.
En lo inmediato es necesario convertir el paro en un poderoso movimiento de huelga general que se dirija a los principales sectores de producción, se tienen los números, el apoyo y las razones; se debe seguir edificando las asambleas democráticas en los barrios y lugares de trabajo de los que surjan representantes que lleven esos aportes a asambleas generales a nivel local y nacional. De estas mismas asambleas nacerán comités de defensa que protejan al movimiento de la violencia policial. Se puede seguir el ejemplo organizativo de la Minga indígena y la primera línea. Se debería convocar una reunión nacional de emergencia de representantes de todos los sectores para dar al movimiento un liderazgo democrático y responsable. Ese llamado a una gran marcha nacional (propuesta por Petro como parte de una poderosa movilización nacional) es necesario y plantearía la pregunta de quién manda: Duque o el pueblo trabajador movilizado.
Las cartas están echadas. Por eso las acciones deben ser urgentes, las fuerzas pueden agotarse y de pronto diezmar, bien sea por un periodo largo o corto, y esto no puede significar una derrota. Entre las muchas cosas que deje el paro, una estructura organizada será la mejor victoria.
Los elementos de la pequeña burguesía serán los primeros en bajar los brazos con la misma velocidad que los levantaron y será la clase obrera humilde junto con el resto de los oprimidos la que se quedará sosteniendo la lucha hasta que la venza el agotamiento. Es por eso que debemos pasar del reino de lo espontáneo al de la organización.
Semejante movilización sería un paso enorme para un gigante que no solo ha despertado después de un sueño de décadas, pero también ha aprendido de nuevo como caminar y correr con relativa facilidad. La cuestión es hacia donde se está marchando. Debemos insistir en que si bien estas movilizaciones reflejan la increíble fortaleza, creatividad y compromiso de la clase obrera a la hora de luchar por un mejor mundo, la victoria no solo requiere estas cosas. Requiere un programa y una idea clara de lo que se requiere para poder obtener las cosas por las que el movimiento está peleando.
El movimiento plantea que se está peleando para deshacerse de un gobierno corrupto que reprime y no puede alimentar a la gente. De hecho, un gobierno que en plena crisis económica decidió sacar comida del plato a la gente para asegurar más ganancias. Un gobierno que intentó monopolizar el sector salud en medio de una pandemia que ha matado 82 mil personas. Para poder asegurar las cosas que este gobierno niega (Comida, seguridad, salud), la clase obrera tiene que tener control de la producción de comida, la administración del sector salud y la habilidad de poder defenderse de los peores ataques de este estado represor que no tiene ninguna compunción a la hora de desplegar el peor tipo de violencia para desmoralizar a la clase trabajadora.
Ya de por sí la clase obrera produce la comida de este país. La primera línea nos enseña que la cuestión de la seguridad ciudadana no tiene por que ser gestionada por una policía corrupta y represora, que solo sirve para representar los intereses de la clase dominante colombiana. El sector salud en este país, hasta donde sirve, no es por el nivel de inversión de las EPSs o del estado, pero por el trabajo sin cansancio de las enfermeras y los trabajadores médicos que han recibido el peor tratamiento posible durante esta pandemia (la negación de insumos, la falta de inversión en la infraestructura del sector salud)
Cuando vemos los problemas de Colombia, es claro que la única solución es que esta clase obrera tan creativa y oprimida desafíe abiertamente por el poder para crear una mejor sociedad. Si bien estas movilizaciones son una escuela importantísima que le ha enseñado a la clase obrera que métodos sirven y como ganar, sin un programa, sin una dirección, el movimiento siempre estará avanzando con los frenos puestos. Lo que proponemos es, precisamente, remover los frenos y llegar al destino final que estos eventos proponen: la victoria de la clase obrera con un programa que finalmente libere a Colombia de las terribles condiciones que han creado esta miseria.
¡Fuera Duque y la clase que representa!
¡Viva el Paro Nacional! ¡La Lucha Continúa!