El Régimen del 78, sus mercenarios en los medios de comunicación, incluida la TVE pública “progresista”, y en sus partidos, han soltado sus perros de presa de la pluma y de la porra contra la juventud valiente que se rebela contra un sistema corrupto y represor. La clase obrera debe reaccionar. Los casos de Hasel y Linares deben actuar como una grave advertencia.
Se repite la pauta que ya vimos de 2012 a 2014. Cuando el Régimen olisquea aires de rebelión y de cuestionamiento de los pilares de su dominación (la monarquía, la judicatura venal, los cuerpos represivos neofranquistas, y el poder económico de los monopolios y los bancos) se lanza por el camino de la represión y la provocación para tratar de desacreditar el movimiento y desviar la atención. Es una táctica muy vieja.
Hay que decirlo abiertamente, los responsables directos de esto son el aparato policial y el Ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, con la aquiescencia del presidente Sánchez. Y lo mismo en Catalunya, en relación al Conseller d’Interior Miquel Sàmper y el Govern de la Generalitat. Y la derecha y la ultraderecha aplauden. Marlaska y Sámper deben ser cesados, y los mandos policiales destituidos y encausados. Unidas Podemos debe exigir a Sánchez una condena clara a la represión policial y salirse de un gobierno que desde hace meses ha tomado un claro sesgo procapitalista y se ha olvidado de dos de sus compromisos más importantes, como la derogación de la Ley Mordaza y de la reforma laboral del PP.
La responsabilidad principal en todo esto de Grande-Marlaska y Sánchez no es una opinión o suposición. Son hechos. Todos los Delegados del Gobierno regionales, en sus respectivas provincias, que dependen directamente del Ministerio del Interior, y son por tanto cargos políticos, han prohibido TODAS las concentraciones y manifestaciones en apoyo de Pablo Hasel que se han convocado a lo largo y ancho del país desde la semana pasada, en una actuación sin precedentes. Y lo han hecho tanto contra las concentraciones convocadas espontáneamente y, por tanto, sin comunicación oficial; como las que sí siguieron el procedimiento administrativo formal. De esto último, somos testigos los camaradas de Lucha de Clases que fuimos coorganizadores de la concentración en Sevilla el sábado 13 de febrero (así como la del miércoles 17 de febrero), cuando presentamos nuestra comunicación a la subdelegación del gobierno y la vimos rechazada sin ninguna razón objetiva, en un atropello escandaloso a la libertad de expresión. Por supuesto, quienes participamos en dicha concentración no nos dejamos amedrentar e impusimos nuestro derecho a concentrarnos de manera pacífica, como así hicimos.
¿Y cuál es la razón para prohibir estas concentraciones que todo el mundo pudo ver que se desarrollaron de manera pacífica en todas las ciudades hasta que la policía unilateralmente cargaba contra los concentrados? ¿Qué buscaban con esto el ala “socialista” y prorrégimen del gobierno, y el aparato del Estado? Provocar violencia y altercados, y desacreditar el movimiento como dijimos al comienzo. Basta mirar los vídeos que están circulando por las redes sociales y ver cómo es la policía la que inicia las cargas, sin provocación previa, para desatar la ira de las personas concentradas, cuando no introduce sus propios infiltrados en las concentraciones para “calentar” el ambiente.
Las consecuencias ya las estamos viendo: decenas de jóvenes heridos, mutilados, y detenidos, mientras se exageran las “bajas” policiales.
Con su cobardía y sometimiento al Régimen, como siempre, la dirección del PSOE pavimenta el camino a su descrédito social y a la reacción. En el contexto actual, el Régimen del 78 no descansará hasta endosar un nuevo “Casas Viejas” al gobierno “progresista” antes de darle una patada en el trasero, como ocurrió en 1933.
Los fascistas y pijos de los barrios ricos de todo el país han salido también a la calle en estas semanas y meses, muchas veces sin comunicar sus concentraciones a la delegación del gobierno. Sin embargo, han sido tratados de manera exquisita por la policía y el gobierno, en contraste abierto con la brutalidad, el ensañamiento y el sadismo mostrado por los policías antidisturbios contra la juventud trabajadora y de izquierda de los barrios obreros. Fue esto también lo que vimos en el Linares obrero hace una semana, donde dispararon munición real contra la población, durante las protestas populares contra la agresión brutal que dos policías psicópatas perpetraron contra un hombre y su hija de 14 años.
Y no es casual, La policía no es imparcial ni se sitúa por encima de las clases. Actúa al servicio de sus amos, los ricos, los poderosos, los privilegiados, a cambio de suculentos sueldazos, privilegios e impunidad para sus abusos y acciones. Y aunque estas características sobresalen en la Policía Nacional, también pueden encontrarse en los demás cuerpos policiales autonómicos, como los Mossos d’esquadra (que han provocado la pérdida de un ojo a una joven manifestante) y la Ertzaintza. No es casual que sea el “sindicato” policial de Vox, Jupol, el que tenga el apoyo mayoritario en la Policía Nacional; aunque es verdad que el SUP y otros no se quedan muy atrás en sus simpatías reaccionarias y ultraderechistas. Nada nuevo bajo el sol, pero la nueva generación tiene que aprender las duras lecciones de la lucha de clases a través de su experiencia.
El Régimen no se esperaba una reacción de la juventud trabajadora y de izquierda tan poderosa, sobre todo en Catalunya, aunque no sólo aquí. No es sólo porque Hasel sea catalán y se haya opuesto a la represión del derecho de autodeterminación, sino que él mismo se declara comunista. Y todo eso les preocupa mucho. La detención y encarcelamiento de Hasel se ha convertido en una bandera que expone la arbitrariedad del Estado, y viene a cuestionar la monarquía, la justicia de clase, los cuerpos represivos, el capitalismo y la represión de los derechos democrático-nacionales en Catalunya. Por tanto, el Régimen considera enemigos a batir a todos los miles de jóvenes que están saliendo a la calle en defensa de Hasel, porque sus demandas van contra los pilares fundamentales del sistema, y porque teme que su ejemplo se extienda a masas más amplias de la clase trabajadora. Por eso están obligados a atacar al movimiento y tratar de apagarlo antes de que prenda más allá de su actual base. Necesitan desacreditarlo, para preparar la agenda represiva ante las inevitables luchas que se avecinan, una vez se relaje la situación pandémica.
Por eso, de manera escandalosa, le acaban de aplicar a Pablo Hasel una nueva pena al tercer día de ser encarcelado, al hacer firme una condena añadida de dos años y medio que estaba recurrida por un caso de supuesta agresión y que Hasel denunció como un montaje policial, lo cual debemos creer.
La prensa del Régimen chilla histérica clamando “democracia”. Esto es una farsa. Los ricos no necesitan democracia. Ejercen su poder y voluntad directamente. Tienen sus agentes en el consejo de ministros, en el Congreso, la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo, en el generalato y en las cúpulas de la Policía, los Mossos y la Guardia Civil. La democracia sólo es útil y necesaria para las familias trabajadoras que, careciendo de otro poder que no sean sus manos y su conciencia, sólo pueden hacerse valer luchando en la calle. Por eso necesitan libertad y derecho de manifestación, de expresión, de organización, de elegir representantes populares. Los ricos no necesitan nada de esto para hacer valer sus intereses- Por eso fue la clase trabajadora, con sus luchas heroicas, quien trajo la democracia al Estado español que los ricos y poderosos, y sus representantes en la derecha y la ultraderecha, tienen que consentir a regañadientes.
Persiguen a raperos, artistas y activistas por volcar su rabia e indignación en canciones y redes sociales. Independientemente del buen o mal gusto, y del acuerdo o desacuerdo con el contenido de esos mensajes, todo entra en la libertad de expresión. La palabra se combate con la palabra: con argumentos, con la burla, con el descrédito y el aislamiento social, y con la movilización popular. No con la porra, la cárcel ni la represión del Estado. Lo que comúnmente se consideran delitos, no se cometen con palabras, sino con hechos. El llamado “enaltecimiento del terrorismo”, entra también dentro de esta libertad de expresión, aparte que es una tipificación represiva arbitraria que rechazamos y que además se aplica solamente y de manera sesgada a quienes el Régimen considera sus enemigos. Fascistas, “artistas”, políticos, empresarios, periodistas, policías, militares, y hasta obispos y curas de la Iglesia franquistas y reaccionarios, han amenazado físicamente y de muerte, e insultado públicamente, a dirigentes de la izquierda, sindicales y activistas sociales, o hacen apología del genocidio nazi y franquista, y lo siguen haciendo cotidianamente, pero no son perseguidos ni encausados, porque son parte del Régimen. Lo que tenemos es una justicia de clase, hipócrita, destinada principalmente a perseguir a quienes cuestionan el sistema,la monarquía y el capitalismo. Por eso le negamos toda legitimidad moral, social y política.
Por todo lo anterior, seguimos instando a la juventud a que siga la lucha en la calle pero también a que sus filas se vean reforzadas con capas más amplias de la clase trabajadora y otros sectores oprimidos. Hoy van por Hasel y mañana querrán ir a por el resto de nosotros. Hay que mostrarles el puño ahora.
La policía está ahora ebria de arrogancia, se siente impune, tiene un altavoz político ruidoso en el que se reconoce (Vox), y considera que la calle es suya. El gobierno sólo ha mostrado cobardía y servilismo antes los cuerpos represivos lo mismo que ante los generalotes franquistas. Esto anima aún más a los franquistas y reaccionarios en el aparato del Estado. Pero se van a encontrar con una sorpresa. Llegado un punto van a provocar una reacción opuesta y mucho más poderosa. Lo ocurrido en Linares es sólo un anticipo de lo que está por venir, y entonces no habrá policías ni represores suficientes para apagar el fuego.
EEUU demostró en el verano pasado, tras el asesinato de George Floyd, que nada pueden decenas de miles de uniformados con palos y pistolas al servicio de sus amos, cuando se sitúan enfrente de millones en las calles. En muchos barrios la policía se vio obligada a huir y a abandonar sus comisarías. Y se crearon patrullas vecinales para organizar el orden y la seguridad en los barrios, durante semanas, con más eficiencia que antes y sin apenas violencia ni delincuencia común.
En el Estado español se prepara un escenario similar, pero detonado por los muchos jirones que desgarran las costuras del Régimen represivo y corrupto del 78. La nueva generación, llamada a protagonizar la lucha por la transformación socialista de la sociedad, está aprendiendo rápidamente de su experiencia. Nada la detendrá.