La fuga de Carlos Ortega, un síntoma y una advertencia

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La fuga, el pasado domingo 13 de agosto, de Carlos Ortega (ex presidente de la mafia sindical de la CTV),así como de los tres hermanos Faría (militares detenidos hace casi tres años por estar al frente del adiestramiento de paramilitares colombianosen Venezuela con el objetivo de preparar una maniobra desestabilizadora y atentar contra la vida del presidente Chávez) ha llenado de perplejidad e indignación a todos los revolucionarios venezolanos.

Hay que acabar con la impunidad y sustituir el actual aparato del estado por un estado controlado por los trabajadores y el pueblo

La fuga, el pasado domingo 13 de agosto, de Carlos Ortega (ex presidente de la mafia sindical de la CTV),así como de los tres hermanos Faría (militares detenidos hace casi tres años por estar al frente del adiestramiento de paramilitares colombianos en Venezuela con el objetivo de preparar una maniobra desestabilizadora y atentar contra la vida del presidente Chávez) ha llenado de perplejidad e indignación a todos los revolucionarios venezolanos.

A pesar de que en cuanto se tuvieron noticias de la fuga, tanto el Ministro de Interior y Justicia, Jesse Chacón, como el titular de Defensa, Gral. Raúl Isaías Baduel, exigieron medidas urgentes para impedir la salida del país de los fugados y garantizar su rápido apresamiento, una semana después sigue sin saberse nada del paradero de estos cuatro peligrosos contrarrevolucionarios.

Una advertencia encerrada en una incógnita

Es difícil considerar la fuga de Ortega como algo casual. Se produce un día después de presentada la candidatura revolucionaria del Presidente Chávez y pocos días antes de que la mayor parte de la oposición contrarrevolucionaria, unida entorno al gobernador de Zulia, Manuel Rosales, presente la candidatura de éste. Y mientras una minoría de las fuerzas contrarrevolucionarias (al menos en estos momentos), encabezada precisamente por los Adecos (el partido al que pertenece Ortega) sigue defendiendo la abstención y el boicot electoral.

Algunos dirigentes bolivarianos han alertado de que un sector de la contrarrevolución podría atentar contra la vida del propio Ortega con el fin de culpar al gobierno de su desaparición. De hecho, el mismo día que se anunció la fuga, un dirigente de la CTV, Elías Torres, salía en rueda de prensa manifestando dudas acerca de que Ortega se hubiese fugado realmente, e insinuando un posible intento de desaparición del dirigente golpista por parte del gobierno. Esta maniobra quedó ridiculizada cuando otros dirigentes opositores anunciaron que habían hablado con Ortega y que éste se encontraba ya fuera del país.

Una cosa está clara: sea cual sea la estrategia desestabilizadora de los sectores de la contrarrevolución que han planificado y llevado a cabo la fuga de Carlos Ortega y de los hermanos Faría (en buena parte eso sólo lo podremos ir viendo a medida que se desarrollen los propios acontecimientos), no es casualidad que esta fuga tenga lugar precisamente cuando se inicia la campaña electoral. La contrarrevolución intenta animar a su base y hacer una demostración de fuerza, o al menos demostrar que -aunque debilitada- sigue viva y coleando. Sería un error infravalorar la advertencia que para la revolución encierra este hecho.

Si el mismo día de la fuga Baduel denunciaba evidentes complicidades externas hoy parece absolutamente indiscutible que la fuga ha estado muy bien preparada y ha contado con la complicidad de distintos sectores, en primer lugar toda una serie de grupos y líderes contrarrevolucionarios sobradamente conocidos por sus practicas golpistas.

Una vez más: ¡basta de impunidad!

Esto vuelve a abrir el debate sobre la impunidad de la que gozan los líderes de la contrarrevolución en Venezuela. Por si fuera poco, las declaraciones de distintos dirigentes de la oposición durante los últimos días, celebrando y justificando la fuga echan más leña al fuego. Además de un desafío al gobierno revolucionario, es una provocación que intenta desmoralizar a todos los que apoyamos este proceso. Mientras millares de presos comunes por pequeños delitos procedentes de los sectores más desfavorecidos de la población se pudren en cárceles masificadas, descubrimos que Ortega y los Faría tenían un trato preferencial en una cárcel especial como el penal militar de Ramo Verde. Mientras hay militantes revolucionarios encausados por delitos contra la propiedad privada y otras causas, una gran mayoría de los golpistas siguen paseándose libres por las calles y utilizando los medios de comunicación y su poder económico y/o mediático para intentar desestabilizar el país y minar el apoyo al proceso revolucionario y al Presidente Chávez.

No obstante, por alguna razón inexplicable, estas damas y caballeros permanecen impunes (actuando, como ahora se ha visto, como cabeza de playa del imperialismo y la contrarrevolución) para ayudar a fugarse a su compinche Ortega.

El semanario Temas (www.temas.info.ve) informaba recientemente que: “Según las pesquisas policiales se han detectado comunicaciones electrónicas entre Leopoldo Torres desde Estados Unidos y una asistente de Alberto Federico Ravell, Director de Globovisión, de nombre Edith Ruiz, que podrían estar vinculadas con la fuga de Carlos Ortega y los tres militares acusados de terrorismo. Leopoldo Torres trabaja en Estados Unidos en el Ministerio de Seguridad de la Patria (Homeland Security), que es algo similar al Ministerio del Interior en Venezuela y es hijo de Betty Torres, ex jueza, a quien se vincula sentimentalmente con Carlos Ortega. Edith Ruiz es persona de toda confianza de Alberto Federico Ravell.”

Parece evidente pues, según estas informaciones, la complicidad en la fuga de Ortega y los Faría de sectores contrarrevolucionarios cuyas actividades golpistas y desestabilizadoras son de sobra conocidas pero que permanecen impunes e incluso siguen conservando posiciones de poder e influencia tan considerables como canales de televisión, bancos, grandes empresas, etc, que no dudan en utilizar para sus planes contrarrevolucionarios. Una razón más para terminar con la impunidad de estos sectores y proceder de una vez por todas a meterlos donde deberían estar por sus actividades golpistas y terroristas: en la cárcel.

Además, en este caso, varias de las informaciones apuntan directamente a Alberto Federico Ravell, Director de una televisora privada golpista como Globovisión, a la cual el movimiento popular ha pedido reiteradamente que le sea retirada su licencia. Ahora, cuando se reabre el debate sobre el espacio radioeléctrico en Venezuela y se deben renegociar las licencias, esto debería tomarse en cuenta. El gobierno debe nacionalizar el espacio radioeléctrico y las televisoras privadas deberían ser puestas bajo control obrero y social, empezando de este modo a romper el poder económico, mediático y social en manos de la oligarquía y la contrarrevolución.

El aparato estatal y la fuga de Ortega

Pero, además de la necesidad de terminar con la impunidad de los sectores golpistas y enviar un mensaje claro a quienes pretendan desestabilizar la sociedad venezolana, el otro aspecto que pone en evidencia la fuga es que el actual aparato del estado de la V República no es todavía un aparato estatal fiable para la revolución y que esté realmente bajo el control de los trabajadores y el pueblo.

Desde la fuga se ha producido un cruce de datos e informaciones que sugieren una más que evidente complicidad por parte del personal interno de la propia institución penitenciaria militar de Ramo Verde, en la que permanecían recluidos Ortega y los Faría, en la fuga. Desde el trato preferencial a Ortega, que habría llegado al extremo de trasladarlo a un lugar que facilitaba su fuga, hasta hechos tan increíbles como que -según alguna de las denuncias publicadas esta última semana- se le permitiera moverse libremente para ir a jugar una partida de cartas.

El Ministro Jesse Chacón habló inicialmente de ¨pagos al personal de Ramo Verde¨. Los reclusos tuvieron que recorrer al menos cuatro puertas de seguridad enrejadas y no hay ninguna señal de violencia. Sin embargo, para organizar una fuga como ésta, y con unos reclusos tan emblemáticos como los protagonistas, no basta con darle una “mordida” a un funcionario y salir huyendo con la ayuda de un par de amigos en el exterior. Se trata de una fuga organizada con todo lujo de detalles, un importante despliegue de medios económicos y humanos, y en la que todo apunta que hay mucha más gente implicada. Por el momento, los máximos responsables de la institución penitenciaria de Ramo Verde, un coronel y un teniente coronel, han sido destituidos y detenidos pero es más que probable que esta sólo sea la punta del iceberg y las responsabilidades vayan mucho más lejos.

Si bien, en teoría, las derrotas de los distintos golpes y tentativas desestabilizadoras provocaron una cierta depuración de el aparato estatal venezolano, lo ocurrido con la fuga de Ortega, los casos de corrupción, las denuncias de distintos sectores obreros, populares y campesinos (especialmente, aunque no sólo, en varios de los estados fronterizos con Colombia) acerca de la implicación de mandos militares en la represión contra el movimiento revolucionario, los vínculos de algunos de esos mandos con sectores terratenientes y paramilitares, así como el más que evidente mantenimiento de las mafias policiales (que estalló públicamente cuando se produjo la matanza de los estudiantes de Kennedy, en Caracas, pero es sufrida cada día en los barrios del país) son otros tantos motivos de alarma para el movimiento popular.

La historia de todas las revoluciones demuestra que es imposible llevar a cabo una transformación social y económica profunda sin desmantelar la estructura estatal previamente creada por la clase dominante, y que -como explicaba el gran revolucionario ruso Lenin en “El Estado y la revolución”- permanece vinculada a la clase dominante por miles de lazos “visibles e invisibles”. En el estado venezolano, particularmente en el ejército, y a pesar de la renovación parcial que han producido 8 años de revolución, siguen existiendo muchos sectores cuyas concepciones ideológicas, aspiraciones e intereses tienen muy poco o nada que ver con los objetivos antiimperailistas y socialistas de la revolución bolivariana propuestos por el Presidente Chávez y menos aún con las aspiraciones e intereses que tenemos los trabajadores, campesinos y la juventud revolucionaria.

Depurar a los elementos reaccionarios y contrarrevolucionarios del aparato del estado es una tarea irrenunciable para cualquier revolución. Pero ni siquiera basta con eso. Si cambiamos a las personas pero dejamos en pie la vieja estructura estatal creada por la burguesía, basada en los nombramientos a dedo, estructuras de mando jerárquicas y autoritarias, la existencia de salarios, privilegios y prebendas que tienden a separar a los funcionarios estatales de las masas, etc. (y si, además, esta estructura sigue bajo la presión e influencia de las relaciones de producción capitalistas, basadas en la propiedad privada de los medios de producción) será inevitable que se reproduzca una burocracia estatal que , mas pronto que tarde, tiende también a reproducir en lo fundamental las ideas reacccionarias y los intereses y prácticas de la vieja burocracia.

La fuga de Ortega demuestra que los contrarrevolucionarios siguen operando y desestabilizando tanto dentro como fuera de Venezuela, tanto dentro como fuera del aparato del estado, y confirma que la impunidad es un síntoma de que enfermedades como el quintacolumnismo, la impunidad, unidas a la corrupción, el burocratismo, etc. pueden ir minando desde dentro de la revolución. Junto a esto, la fuga nos alerta de que el actual aparato del estado es permeable y utilizable aún para sus fines por la contrarrevolución capitalista. En estos momentos han podido utilizarlo para facilitar la fuga de Ortega pero, si no desmantelamos este estado y construimos ese estado obrero, esa institucionalidad revolucionaria, que necesita de manera irrenunciable la revolución para avanzar hacia el socialismo, mañana -en una correlación de fuerzas más favorable para ellos- podría ser utilizado para intentar un magnicidio, un nuevo golpe o una combinación de ambos. Hoy mismo ya es utilizado para sabotear y trancar muchas medidas revolucionarias.

Sólo un estado obrero, basado en consejos comunales y de trabajadores conformados por voceros elegibles y revocables por asambleas de trabajadores y de los sectores populares, en el que cada funcionario rinda cuentas periódicamente ante las bases y sea ratificado o revocado, si así lo consideran necesario estas; en el que cada funcionario cobre el salario de un trabajador cualificado, y donde la defensa nacional y el control del estado no sea una tarea en manos de una elite separada del pueblo sino que esté en todo momento bajo el control de éste, podrá servir fielmente a los intereses de la revolución y estar inmunizado contra el quintacoluumnismo, la infiltración contrarrevolucionaria, o la extensión de lacras capitalistas como la corrupción o el burocratismo.

Estos son, de hecho, los principales peligros que enfrenta hoy la revolución. Esa es la tarea que la revolución bolivariana debe realizar con la máxima urgencia si queremos triunfar definitivamente.