La izquierda argentina enfrenta un profundo desafío. Los resultados electorales del pasado mes de octubre desnudaron dolorosamente, ante los ojos de la militancia y de la amplia periferia de seguidores y simpatizantes de la izquierda, su profunda debilidad política. La izquierda argentina enfrenta un profundo desafío. Los resultados electorales del pasado mes de octubre desnudaron dolorosamente, ante los ojos de la militancia y de la amplia periferia de seguidores y simpatizantes de la izquierda, su profunda debilidad política.
Tratándose de pequeñas agrupaciones políticas con escasa inserción en la clase obrera, y sin diferencias sustanciales en el programa, fue una locura presentar 3 ó 4 listas de izquierda enfrentadas, particularmente en una situación donde la situación política estaba muy polarizada entre Kirchner y sus adversarios de derecha. Sin embargo, el fracaso en la formación de un frente único electoral no fue más que la expresión de la ausencia de un frente único real en la lucha de clases cotidiana: en el frente sindical, juvenil, piquetero y barrial.
En todos estos años la experiencia demostró que los trabajadores no entienden de organizaciones pequeñas. Las luchas sectarias entre pequeños agrupamientos políticos son estériles y alejan a los trabajadores y jóvenes que se acercan a las ideas del socialismo y de la transformación social.
La única forma en que pequeños grupos pueden captar la atención y el oído de los trabajadores y la juventud es confluyendo en un frente único, acordando un programa común, con libertad de corrientes y tendencias en su interior.
Esta posición no tiene nada de diplomática ni de hipócrita. Los intereses de la clase trabajadora están primero. En un frente único, las diferentes tendencias políticas de izquierda tenemos más posibilidades de llegar a capas más amplias de la vanguardia y de la clase obrera y la juventud, y ayudar así a su proceso de toma de conciencia.
Esto no significa necesariamente que cada tendencia se diluya en el marco de un frente más amplio. La experiencia y la práctica de una democracia obrera sana en un frente político de este tipo pondría a prueba los programas, las ideas y las tácticas de los diferentes agrupamientos políticos que convivan en su seno, confirmándose unas y rechazándose otras. Si todos están convencidos de la corrección de sus ideas, programa y tácticas nadie debería temer esta experiencia en común, que sería recibida con enorme entusiasmo por cientos de miles de trabajadores y jóvenes en todo el país.
Un Frente político de la izquierda no se contrapone a la necesidad de forjar un partido socialista revolucionario de la clase obrera argentina con influencia de masas. Pero, en aras de esa perspectiva estratégica (ya que tal partido no existe aún pese a los afanes autoproclamatorios de algunos), la mejor manera de acelerarla sería por medio de este camino, propiciando el acercamiento y la fusión de las tendencias más afines, en base a la experiencia de un trabajo en común.
Afortunadamente, muchos activistas y algunas agrupaciones relevantes de la izquierda han comenzado a sacar conclusiones de la experiencia pasada. Así, el pasado mes de diciembre, a instancias del MST y otras agrupaciones, tuvo lugar un acto público para debatir sobre la necesidad de un reagrupamiento de la izquierda, en la que participaron unas 300 personas, incluyendo algunos dirigentes sindicales combativos. Como resultado del mismo, se formó una Mesa para impulsar debates e iniciativas para avanzar en esta perspectiva.
Desde la Corriente socialista El Militante saludamos esta iniciativa y le damos calurosamente la bienvenida. Creemos que empuja en la dirección correcta. Pese a que sólo está dando sus primeros pasos, nuestra corriente ha comprometido su participación en este espacio, y pondrá su mejor empeño para ayudar a hacer realidad la formación de un genuino frente político de la izquierda en nuestro país.